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Macri y Cornejo: “Dame la mano y vamos ya” Por Andres Gabrielli

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Una tregua. La visita del elenco presidencial se concentró en una agenda de trabajo. Fueron horas de normalidad tras el vendaval

Se ha dicho otras veces en este mismo espacio y no está mal repetirlo: la verdadera estatura de nuestros gobernantes se mide en los peores momentos.

Cuando llega el tiempo de las vacas flacas.

Que en un país recurrentemente en crisis como la Argentina, suele ser más habitual que el de la parábola bíblica, que estaba más equilibrado, pues dividía cada etapa, la buena y la mala, en siete años cada una.

Las tormentas han estado a la orden del día en estas tres décadas y media de democracia sin interrupciones.

Pero hubo tres gobernadores que debieron soportar tres sacudones devastadores: José Octavio Bordón durante la hiperinflación de Alfonsín, Roberto Iglesias durante la implosión de De la Rúa y Alfredo Cornejo durante la actual estampida cambiaria.

Los dos primeros lograron, merced a ingentes sacrificios y muñeca firme sobre el timón, mantener la Provincia a flote.

Cornejo en eso está.

Dame la mano y vamos ya

A la visita presidencial de esta semana se la podría poner bajo el espíritu de la Canción de caminantes que escribiera María Elena Walsh.

Dice: “Porque el camino es árido y desalienta./ Porque tenemos miedo de andar a tientas./ Porque esperando a solas poco se alcanza,/ valen más dos temores que una esperanza// Dame la mano y vamos ya”.

Mauricio Macri venía de padecer uno de los peores momentos de su vida, según él mismo confesó en un mensaje al país.

En medio de tanta zozobra, aun así decidió aterrizar en Mendoza junto a buena parte de su plana mayor.

No es un detalle para dejar pasar.

Si bien era un gesto de normalidad que necesitaba dar ante la reunión preparatoria del G20, esta provincia es uno de los territorios donde el Presidente se siente más contenido. Pese a que Cornejo no es precisamente un adulón exaltado y obtuso de su figura.

A años luz del chupamedismo habitual de los últimos años respecto del poder central, el gobernador es un aliado incómodo. Firme, leal, pero crítico a la vez.

Lo cual, “a la hora de los bifes”, lo constituye en un sostén de mayor confiabilidad y respetabilidad.

Y como viene la cosa en estos días, Macri andaba necesitando más una mano en el hombro por parte del gobernador que al revés.

Quién lo hubiera dicho.

Reuniones solo de trabajo

Los equipos de la Nación y la Provincia, encabezados por ambos jefes de Estado, dieron el tono de la coyuntura inmediata.

Ayudó, claro, la descompresión del dólar sobre el final de la semana.

Lo principal, en materia anímica, para los mendocinos, fue comprobar que “la vida sigue”; el abocarse a los asuntos cotidianos el día después de una semana infernal.

“Al Presidente se lo vio tranquilo, mucho menos demacrado y dispuesto a solucionar cuestiones prácticas. Los ministros, a su vez, tenían cargadas las pilas para atender, expeditivamente, las numerosas inquietudes que les fuimos planteando”, pintó un general de Cornejo.

En otras palabras, no hubo tiempo -ni ganas- para ninguna especulación electoralista pensando en 2019 ni para detenerse a dramatizar sobre los últimos acontecimientos.

Con el titular provincial de Economía, Infraestructura y Energía, Martín Kerchner, al frente, se fueron abriendo varias carpetas, con foco en temas como Portezuelo del Viento, la repavimentación del tramo Potrerillos-Uspallata o las obras entre Agua de las Avispas y Potrerillos.

Ausente la rosca partidaria, hubo, sí, una coincidencia: para superar la crisis económica se requiere un sólido andamiaje político. Y el apoyo de los propios no resulta suficiente.

Hace falta, imperiosamente, que el peronismo ponga algo de su parte. En especial los gobernadores.

Tarea a cargo del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el verdadero todoterreno del gobierno macrista, el número cinco que marca y reparte juego en el medio de la cancha.

Los galones de Mendoza

Cornejo, en estos tres años de gobierno, ha logrado pararse frente al poder presidencial con la frente alta.

No necesita aplaudir, como un extra de segunda, cualquier anuncio de Macri. Tampoco se lo piden, es cierto, como se lo exigían a sus antecesores Jaque y Pérez, a costa de fulminarlos mediante el estrangulamiento de partidas. El garrote vil.

Mendoza inició, tempranamente, algunas reorganizaciones del Presupuesto y de la estructura estatal que le han permitido sortear los últimos tsunamis con relativo sosiego.

Macri, que no supo o no quiso hacerlo -en aras del gradualismo- valora lo conseguido aquí en ese sentido (el ítem aula, entre otras cosas, es la envidia del dream team bonaerense de Cambiemos).

Se elogian también otras áreas. Patricia Bullrich, por ejemplo, destacó el avance pionero de la Provincia en registros de ADN y en la disminución de la criminalidad.

En definitiva, aunque a veces se vea como un gesto antipático, no ser zalamero, pero tampoco renegado, a la larga da sus frutos.

Escribía, años ha, María Elena Walsh: “Nunca he podido participar de los coros unánimes de obsecuencia que rodean a los genios, ni aliarme ciegamente a sus detractores”.

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