Un contratista de tecnología llamado Shenfenbao, por ejemplo, tuvo acceso a registros en tiempo real de cada persona alojada en unos 1.200 hoteles de la ciudad sureña de Xiamen. En una demostración, Lin Jiahong, un vendedor de Shenfenbao, buscó un nombre común –el equivalente chino de “Juan Pérez”- y encontró a tres huéspedes, sus hoteles, su número de habitación, la hora en que habían hecho el check-in, su domicilio, su etnia y su edad.
“A través de los datos de nuestra plataforma, podemos extraer todos los registros de una persona en particular y hacer un análisis exhaustivo de la ruta de actividades de esa persona”, dijo Lin, agregando que su empresa también ofrece algoritmos para detectar a las mujeres que se registran en múltiples hoteles en una sola noche y saber si ejercen la prostitución.
Pero ya hay señales de rechazo. En Shanghai, los habitantes se opusieron a un plan de la policía para instalar cámaras de reconocimiento facial en un complejo de edificios. En la provincia de Zhejiang, un profesor presentó una demanda contra un zoológico después que exigió escaneos obligatorios de reconocimiento facial a sus miembros para tener acceso.
En el complejo residencial de Shijiachi, donde el reconocimiento facial reemplazó a las cerraduras con tarjeta, la rebelión se ha visto potenciada por el alambre y la madera terciada.
En un fresco día de noviembre, las puertas de algunos edificios se trabaron con rudimentarios topes y se dejaron abiertas, lo que hacía innecesario escanear los rostros.
Terry Jin, que residía en Shijiachi hacía dos años, dijo que la tecnología no debía cruzar ciertos límites.
“Creo que el reconocimiento facial afuera de cada edificio está bien”, señaló Jin. “Si lo ponen frente a mi puerta, eso no estaría bien”.
El año pasado, Agnes Ouyang se dirigía al trabajo en Shenzhen cuando dos policías le dijeron que había cruzado con el semáforo en rojo y debía mostrarles su documento de identidad. Cuando se rehusó, la tomaron bruscamente y sacaron una foto de su cara con un celular.
En cuestión de segundos, el sistema de reconocimiento facial la había identificado y le aplicaron una multa de unos tres dólares.
“Todo fue muy ridículo”, dijo Ouyang. “Policías de baja calidad moral tienen armas de alta tecnología”.
La vigilancia de alta tecnología está transformando la vida en China de maneras sutiles y profundas. El dominio supremo del Partido Comunista es de vieja data, y el país no tiene un sistema judicial sólido u otros frenos contra los abusos del gobierno. Sin embargo, fuera del dominio de la política, la vida china podría ser despreocupada y caótica debido a una aplicación laxa de la ley o a funcionarios indiferentes.
Esa época podría estar llegando a su fin. En materia de seguridad del consumidor y medioambiente, eso podría mejorar la vida de la gente. Pero le ha dado a la policía más poder para controlar a las personas.
“Todo el sistema burocrático está quebrado”, dijo Borge Bakken, profesor de la Universidad Nacional Australiana que estudia a la policía china. “Bajo el gobierno de Xi Jinping, vemos el florecimiento de un Estado policial”.
La policía china ahora se jacta de que los sistemas de reconocimiento facial con frecuencia permiten atrapar delincuentes. En una isla turística de la pintoresca ciudad portuaria de Xiamen, las autoridades dicen usar el reconocimiento facial para pescar a los guías turísticos que no tienen licencia. La policía de Shanghai ha comenzado a usar cascos con cámara incorporada. Las bases de datos y los documentos de compra también muestran que buscan a los enfermos mentales, a personas con antecedentes de consumo de drogas o a quienes critican al gobierno.
Algunas afirmaciones son ridículas, como el software que dice poder leer las emociones y la intención dolosa en un rostro. Pero la red de vigilancia que la policía ha implementado en Xinjiang, una región del noroeste de China habitada por grupos étnicos predominantemente musulmanes, muestra el vasto potencial que tiene para el resto del país.
La policía ha sembrado la región de cámaras, rastreadores de teléfonos y puestos de control repletos de sensores. En Urumqi, la capital de la región, la policía rodeó 3.640 complejos habitacionales de puestos de control e instaló en ellos 18.464 conjuntos de cámaras de reconocimiento facial, de acuerdo con los datos dados a conocer en una presentación policial de agosto realizada por Li Yabin, un alto oficial de la policía de Xinjiang. En la ciudad de Kashgar, ubicada al sur de Xinjiang, The New York Times detectó una densa red de 37 rastreadores de teléfonos instalados de manera permanente en un solo barrio de un kilómetro cuadrado.
Ouyang, la mujer multada por cruzar con el semáforo en rojo, conocía los peligros, pero hizo públicas sus quejas de todos modos. Publicó un relato de su encuentro con la policía en WeChat, el medio chino de redes sociales, a las 23 horas. Para cuando fue a trabajar a la mañana siguiente, había sido visto decenas de miles de veces. Después, desapareció.
Al ver que la policía trataba a otra mujer de la misma manera, Ouyang hizo una segunda publicación. Esta fue eliminada en tan sólo dos horas.
Después, un policía la llamó y la citó a una reunión.
“Le pregunté: ‘¿Cómo me encontraron?’”, contó Ouyang. “Él me respondió: ‘Para la policía es fácil encontrar a una persona’”.
Temerosa, ella le pidió a una amiga que la acompañara y decidió encontrarse con la policía en un Starbucks en lugar de la comisaría. Dos oficiales les compraron café y a ella le dieron un número telefónico al cual llamar en caso de que tuviera reclamos en el futuro. Pero, en general, le dijeron, debía guardar silencio. Su publicación había sido vista por funcionarios de alto nivel y había avergonzado a la policía de la ciudad, señalaron.
Ouyang dijo que esa experiencia era una señal del giro autoritario de China y que algunos de sus amigos discretamente hablan de irse del país. Ella no tiene planeado partir, sostiene, pero le preocupa su futuro en un país donde todo se vigila y se controla.
“Te incomoda”, dijo. “Pero si no lo aceptas, no hay posibilidad de vivir la vida. No hay salida”.