Pasadas las 12 del mediodía los alrededores de la Plaza Congreso comenzaron a llenarse de gente. En las carpas se organizaban y los vendedores ambulantes ordenaban sus productos a la espera de un público masivo. Las adolescentes, glitter en mano, empezaban a maquillarse.
Brillos verdes y violetas iluminaban los rostros preocupados por lo que iba a venir. “¿Alguno se dio vuelta?”, fue la pregunta constante ante la espera milagrosa de un héroe o heroína que siguiera el ejemplo de los diputados pampeanos en la Cámara Baja.
38 a 31. La diferencia fue casi un KO, pero eso no fue ni siquiera una excusa para que casi dos millones de de personas recorriera los stands, escenarios y carpas a lo largo de Avenida Corrientes, Avenida Callao, Avenida de Mayo y Avenida 9 de julio.
Luciana tiene 18 años. Llegó a la Plaza Congreso con un grupo de amigas del secundario donde cursa 5to año. Lleva puesto el pañuelo de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito en la cabeza y un cartel que dice: “Yo marcho por la vida de todas mis hermanas que murieron en la clandestinidad”. “El aborto es legal o es clandestino y mientras no se legalice seguimos muriendo en la clandestinidad”, me dijo segura y firme cuando le pregunté por qué era tan importante estar en la calle.
Mientras Esteban Bullrich realizaba una extraña comparación con chimpancés, Rodolfo Urtubey aseguraba que una violación no siempre era violenta y Michetti pedía terminar la sesión antes de las 22, en la calle cada vez había más carteles que decían: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”.
Carolina tiene 30 años y arriba de sus hombros una hermosa nena de 2. “La maternidad será deseada o no será”, grita mientras agarra y besa a su hija que aplaude entre bombos y trompetas. Diana tiene 44 y fue a la Plaza con sus dos hijos: Paco de 14 y Agustina de 16. “Quiero que mis hijos tengan los mismos derechos. Ellos son conscientes de que esta es su lucha y que sea hoy, en dos años o 10, este reclamo, este derecho de las mujeres, será ley”, cuenta mientras se le llenan los ojos de lágrimas.
Este jueves a la madrugada, el Senado votó para que el aborto siga siendo clandestino y nada cambie. Mañana las mujeres continuarán abortando y pagarán con sus cuerpos, sus libertades, incluso, sus propias vidas. Sin embargo, en la calle quedó demostrado que no hay vuelta atrás.
Que lo que antes no se podía nombrar, ahora se cuenta con detalles: el aborto es una realidad que pasa, que duele, que se grita. Se convirtió en una conquista que hoy puede resultar con gusto a poco pero que no tiene vuelta atrás. Más temprano que tarde el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, a sabernos libres, será ley.