El Congreso empieza a exhibir el ajuste del peronismo a la vuelta al gobierno, en base a por lo menos dos tradiciones. La primera es el objetivo de construir un polo dominante y autosuficiente, sino hegemónico. El segundo tiene que ver con los gobernadores: van abandonando cierto funcionamiento como un frente –cuando el Ejecutivo nacional es de otro color político – para pasar a relacionarse y negociar de manera individual cuando la Casa Rosada vuelve a manos peronistas. Pero ocurre que el poder que viene es original, con Alberto Fernández en la presidencia y sello de Cristina Fernández de Kirchner en cada rincón legislativo. La primera postal la terminará de entregar hoy mismo el Senado.
La tendencia al alineamiento y a asegurar mayorías aceitadas en el Congreso es parte de las mismas tradiciones, hacia el interior de su fuerza y también frente a la oposición. Las negociaciones, cuando son necesarias, se reducen al plano doméstico si la superioridad numérica está garantizada en el Congreso. La relación vertical reclama un jefe y escasos matices domésticos, saldados por lo general en las negociaciones con los jefes provinciales. Pero ocurre que la propia naturaleza de la fórmula ganadora en octubre rompe el molde tradicional, el presidencialista (en sentido amplio) y el peronista (en sentido estricto). Alberto Fernández y CFK lo saben y lo exhiben.
En ese juego de poder compartido o de doble poder, entre una y otra punta de la Avenida de Mayo, se daban por descontado algunos presupuestos, lineales, que la realidad va mostrando como un cuadro más complejo. ¿Qué decían esos presupuestos? Centralmente, que el gabinete es cosa de Alberto Fernández y el Congreso, de la ex presidente. La base de sustento de CFK, además del caudal de votos considerados propios, sería el kirchnerismo en sentido amplio, es decir, dentro y fuera del peronismo, con estribaciones sindicales y sociales. Y el sustento del presidente electo estaría en el PJ tradicional, con las mismas ramificaciones, y especialmente en la relación con los jefes territoriales.
Ocurre que nada es en blanco y negro. Y nadie da por ajeno el poder territorial. Vale, mucho, el ejemplo del Senado y lo que pueda ser coronado en Diputados, dentro de una semana. El kirchnerismo se ha transformado en el motor de tejidos internos y tratos con aliados externos para consolidar mayorías propias que le aseguren al próximo gobierno un trámite sin sobresaltos para las leyes que impulse. Y para frenar los proyectos que no le gusten o demorar los que considere tácticamente inconvenientes. No sería una escribanía, pero sí un eficiente entramado para los planes de la nueva gestión.
Claro que esa llave estaría en manos de la ex presidente y de sus operadores para mantener sólido el esquema con los legisladores que responden a gobernadores del PJ. Precisamente, esa mediación en un dato extraño a la tradición más vertical del peronismo. Y es la expresión de un poder bifurcado. Es la sombra insinuada desde la integración atípica de la fórmula. En medios del nuevo oficialismo se rechaza, naturalmente, que se trata del poder detrás del poder. Pero nadie se atrevería a negar el peso de CFK y en todo caso, un esquema que mientras funcione de manera articulada allana el camino, sin esconder la existencia de proyectos a mediano y largo plazo, empezando por el que encarnaría Máximo Kirchner.
Eso, por supuesto, demanda construcción de pilares propios y también capacidad negociadora: algunos lo traducen como una moderación significativa del propio Máximo Kirchner y de buena parte de la conducción camporista, incluido de manera sobresaliente Eduardo “Wado” de Pedro.
La ex presidente mostró objetivos precisos y esa combinación de factores en el armado del Senado. Por un lado, garantía de mayoría holgada y descalificación de la idea de un interbloque con niveles de autonomía interna que podía sugerir desalineamientos. Por el otro, avance notorio sobre el terreno que se asignaba a Alberto Fernández, es decir, el heterogéneo mundo de los gobernadores.
CFK impuso un solo bloque presidido por José Mayans, hombre del casi eterno jefe de Formosa, Gildo Insfrán, de buena sociedad con ella misma y ejemplo del juego individual de un gobernador. Se confirmó además la presidencia provisional del Senado para Claudia Ledesma Abdala, esposa del gobernador santiagueño, con quien se alternó en la jefatura provincial, en un estilo que reproduce y supera las prácticas de Carlos Juárez. Y se reservó una vicepresidencia para otro aliado, Maurice Closs, figura destacada de la alianza que manda en Misiones desde hace más de quince años. Esas fuerzas provinciales aportarán al bloque unificado.
De ese modo, si se anotan automáticamente los distritos en la lista de CFK, asomaría un avance donde algunos no lo suponían. Está claro que Buenos Aires, con Axel Kicillof, remitirá a ella misma. También, Santa Cruz y Chaco. Podría considerarse además a Tierra del Fuego. Y los recientes acuerdos con los jefes de Formosa, Santiago del Estero y Misiones. Aunque, se ha dicho, nada es tan terminante. Alberto Fernández ha tendido también puentes con algunos de ellos y asoman más cercanos otros distritos, entre ellos Santa Fe –donde Omar Perotti enfrenta una difícil transición-, Tucumán, Entre Ríos, San Juan, Chubut.
El dato central, de todas maneras, es el modo con que los gobernadores se relacionan con el nada sencillo poder que viene. En un puñado de casos, asoman posiciones duras y en la mayoría, pragmatismo. Esa movilidad se expresa también en las múltiples negociaciones abiertas en Diputados para armar un bloque y un sistema de alianzas que allane el camino para lograr quórum. Trabajan en esa línea Sergio Massa y Máximo Kirchner, que se garantizó la titularidad del bloque con la promoción de Agustín Rossi al gabinete. Los dos comparten la estrategia de unificación y ampliación de la bancada. Suman juntos en la etapa que se avecina, y difícilmente abandonen sueños propios.
El Senado, hoy mismo, y Diputados a mitad de la semana que viene completarán así los casilleros en el Congreso. Después, llegará el turno de anunciar el gabinete. Estarán entonces a la vistas todas las piezas del nuevo oficialismo.