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Politica

En Corrientes, el fuego devoró también al “Alberto ambientalista”

OPINIÓN. La coordinación entre organismos del “Estado presente” brilla por su ausencia más que nunca antes. Muchas veces, la política oficial solo intenta encontrar un culpable: si es rico, capitalista y opositor, mejor.

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Dado que la bandera de los derechos humanos ya había sido sobreexplotada por Cristina Kirchner en su paso por la presidencia, Alberto Fernández asumió el cargo con la intención de hacer pie en “nuevos derechos”, temas más “jóvenes”, como cuestiones de género, los reclamos de los pueblos originarios y el cuidado del medio ambiente.

Pero solo en el primero de ellos logró algunos avances a lo largo de su gestión, gracias a la legislación sobre el aborto. Lo que le brindó además apenas un acotado rédito político, no carente de complicaciones: la instrumentación de esa reforma le viene generando serios problemas al gobierno nacional, no solo en su relación con la iglesia, sino sobre todo con sus propios apoyos en los caudillos peronistas de las provincias más atrasadas del país.

Del manejo de los reclamos de los pueblos originarios mejor no hablemos: la complicidad de funcionarios nacionales con grupos violentos que pretenden actuar en nombre de las comunidades mapuches, y vienen cometiendo todo tipo de tropelías en la Patagonia, le ha generado conflictos muy serios con los gobernadores de Neuquén, Río Negro y Chubut, y explica en buena medida el flaco desempeño de los candidatos oficiales en esos distritos.

En Corrientes, el fuego devoró también al “Alberto ambientalista”

Alberto Fernández y su mal manejo de la política ambiental

Nada ha sido más decepcionante, sin embargo, que el manejo de la política ambiental. De la que esperaba obtener, además, los mayores beneficios, porque fue en la que desde un principio invirtió mayores esfuerzos.

Fue en el único tema en que Alberto pretendió destacar en el frente externo, mostrándose muy activo en todo tipo de encuentros internacionales, buscando asociarse con las iniciativas al respecto tanto de Estados Unidos como de los organismos internacionales, y hasta quiso utilizarlo como trampolín para mejorar sus chances de éxito en otros campos, como cuando reclamó que al país se le conmutaran deudas por la reducción de sus emisiones de carbono.

La idea de “canjear deuda por clima” no era mala, pero careció de una estrategia de construcción de consensos con otros países, tanto deudores como acreedores, que pudiera volverla viable, así que quedó en la nada.

Lo peor ha sido, sin embargo, lo que se hizo en materia de nueva legislación y administración de los recursos del Estado. La ley promovida en 2020 por Máximo Kirchner sobre manejo del fuego, que consiste básicamente en culpar a los propietarios de tierras por los incendios, y les impide en consecuencia disponer de ellas, venderlas, usarlas para otros fines, etc., está probado que no sirve para nada, y al contrario, abona la idea de que el problema del manejo del fuego consiste, como tantos otros para las actuales autoridades, en encontrar un culpable, si es rico, capitalista y opositor, mejor.

Juan Cabandié aseguró que Corrientes atraviesa una "sequía sin precedentes". (Foto: Twitter/ @juancabandie)
Juan Cabandié aseguró que Corrientes atraviesa una “sequía sin precedentes”. (Foto: Twitter/ @juancabandie)

La coordinación entre organismos del “Estado presente” brilla por su ausencia más que nunca antes. Entre otras cosas porque se eliminó una reforma instrumentada por la gestión de Cambiemos, por la que se coordinaban esfuerzos para el manejo de desastres naturales desde la Jefatura de Gabinete, y se le volvió a dar la exclusiva responsabilidad en el asunto al ministerio de Ambiente, que tiene 3000 millones de pesos para gastar anualmente en el rubro, pero carece de instrumentos para ejecutarlos en forma efectiva.

A más de eso, se ha politizado al extremo la selección del personal y la promoción de los funcionarios. Juan Cabandié está alejado de La Cámpora, pero en su área se viene aplicando el mismo criterio que el kirchnerismo duro promueve en el resto de la administración: los profesionales con experiencia y conocimiento técnico de los problemas son relegados para favorecer el encumbramiento de militantes adictos, que en muchos casos no tienen la menor idea de qué es lo que tienen que hacer.

Parques Nacionales es una de las víctimas más lamentables de esta política, que pretende hacer del Estado la base de apoyo permanente de un sector político, y se desentiende por completo de los bienes públicos que debería producir el aparato estatal.

El resultado está a la vista, y no hace falta que Alberto lo explique en un tweet: el Estado que él administra y el gobierno que encabeza otra vez han estado ausentes. O peor, se hacen presentes solo para simular y echar culpas a los demás.

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