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Argentina

Día del jubilado la prioridad que nunca fue en la agenda de ningún gobierno en la historia nacional

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Cada 20 de septiembre se conmemora la sanción de la Ley 4.349 que dio origen a la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones. Uno de los sectores más vulnerados en una realidad de pobreza, ajuste y desidia.

Esta es recordada como la primera ley que otorgó ingresos a trabajadores y trabajadores en retiro por su edad avanzada.

En la historia reciente de nuestro país, los ingresos de este sector de la población han sido materia de demagogia y ajustes. Así se llega a la actualidad, en que la mayoría vive con jubilaciones de pobreza.

El 1° de mayo de 1993 el presidente Carlos Menem sostenía, en la apertura de las sesiones legislativas, que “1993 tiene para este presidente una prioridad principalísima: los jubilados”. Meses después, el Congreso aprobaría un proyecto de reforma previsional que se convertiría en la mayor estafa perpetrada contra los jubilados en toda la historia argentina: las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP). La imagen de Cavallo llorando frente a la combativa Norma Pla quedó en la retina de la historia.

En el año 2000, el gobierno de Fernando de la Rúa, con Patricia Bullrich como ministra de Trabajo, recortaría el 13 % a salarios estatales y jubilaciones, intentando esquivar una crisis inevitable.

En agosto de 2001, Raúl Alfonsín, ex presidente y candidato a senador nacional por la provincia de Buenos Aires, sostenía que disminuir el sueldo de los jubilados era “robar” y reclamaba el fin de las jubilaciones de privilegio. Nunca fueron eliminadas y gozan de buena salud. Un partido político que siempre estuvo en gobiernos que han ajustado a jubilados.

En 2005, Néstor Kirchner lanzó una moratoria previsional para adultos mayores que no contaban con 30 años de aportes. Miles de mujeres accedieron a la jubilación, pero el gobierno negó el 82 % móvil. Y lo siguieron negando los gobiernos que pasaron.

Macri, en 2016, envió un proyecto de “reparación histórica” para que se abandonaran los juicios contra el Estado. En un centro de jubilados les prometió solucionar definitivamente sus padecimientos. Pero eliminó la moratoria y creó una pensión universal a la vejez, equivalente al 80 % de la jubilación mínima; jubilaciones de primera y de segunda. En diciembre de 2017, cambió la fórmula de movilidad jubilatoria, rechazada masivamente en las jornadas del 14 y el 18.

Alberto Fernández prometió en su campaña electoral, priorizar a los jubilados frente a los bancos, pero hasta el 20 de septiembre de 2021, la jubilación mínima ya había caído 6,7 % y los jubilados seguían con sueldos por debajo de la línea de indigencia.

Así llegamos a este nuevo día. En agosto, el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció que las jubiladas y los jubilados que perciban hasta dos haberes mínimos ($ 75.050) cobrarán en los siguientes tres meses un bono de hasta 7 mil pesos. Según el ministro “con estas medidas, la jubilación mínima aumentará un 73,3 % en lo que va del 2022, creciendo un 7,9 % por arriba de la inflación”. Sin embargo, como denunció La Izquierda Diario, esto es falso.

“Las perspectivas inflacionarias indicarían que los precios superarán el incremento de haberes. No sólo en el porcentaje final, sino considerando asimismo la pérdida mes a mes de poder adquisitivo.

La jubilación mínima pasará de $ 29.061,6 en diciembre de 2021 a $ 50.352,5 en septiembre a noviembre de 2022. Esto significa efectivamente un aumento de 73,3%. No obstante, si se cumplen las perspectivas inflacionarias, en noviembre el salto de precios sumará 81,1 % acumulado, y en diciembre más del 90 % de inflación. Esto es lo que dice el Relevamiento de Expectativas de Mercado, que releva el Banco Central.

Esto significa que, si la jubilación mínima hubiese seguido el ritmo inflacionario, debería ser de $ 52.642 en noviembre de este año, versus $ 50.352 entre haber y bono”, aseguraron especialistas de la sección Economía.

Hablar de vejez en Argentina es hablar de un sector mayoritariamente pobre, en condiciones de extrema vulnerabilidad. El Estado, desde décadas y a través de los distintos gobiernos, declama una prioridad de los adultos mayores en la agenda pública, pero ha usurpado de forma permanente los fondos de los jubilados para pagar deuda.

Con jubilaciones al borde de la línea de indigencia, no hace falta ser erudito para darse cuenta de que la plata no alcanza para el mes. Ahí acechan los créditos personales, buitres del bolsillo, que los convierten en deudores eternos de la avaricia ajena.

En los últimos tiempos los jubilados se han convertido en sostén de hogar al ser el único con un ingreso pobre, precario pero estable, frente a la desocupación y precarización laboral que castiga mayoritariamente a la juventud.

Desocupación y precarización que se prolonga en las condiciones de vida de los viejos y viejas. Los castigados de hoy en el mercado laboral, serán los castigados mañana en su jubilación.

Jubilados y jubiladas sin atención sanitaria adecuada, con una obra social con prestaciones cada vez más recortadas. Entre tantas tormentas, poco pueden los jubilados y las jubiladas pensar en tiempo de ocio, recreación, o un simple descanso.

Es claro que por más convenciones internacionales y declaraciones de buenas intenciones que se firmen, el Gobierno (y no importa quién gobierne) sigue a rajatabla el evangelio según el FMI.

Trabajar hasta romperse, ceder cada vez más años de su vida para aumentar las ganancias de unos pocos, imponiendo reformas previsionales brutales.

En épocas donde la expectativa de vida a nivel mundial no deja de aumentar, y donde la vejez de la clase trabajadora se toma como un problema de déficit a resolver desde los centros de poder, las trabajadoras y los trabajadores mayores saben que la lucha diaria es la única forma de sobrevivir. El tiempo de pelear es hoy, como siempre. Que las nuevas generaciones tomen nota de ello, para luchar desde ahora.

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