“La maternidad es la más importante de todas las profesiones. Exige más conocimientos que cualquier otro asunto relacionado con el hombre”, señalaba la activista feminista estadounidense Elizabeth Cady Stanton a mediados del siglo XIX, en tiempos donde la mujer intentaba ganar mayor espacio profesional. Si bien con el paso de las décadas muchos derechos exigidos son una realidad concreta -aunque otros tantos siguen en el haber-, todavía hoy la mujer continúa bajo una sociedad patriarcal que establece en la madre la responsabilidad absoluta de crianza de sus hijos, provocando fuertes crisis profesionales en quienes también intentan desarrollar su costado laboral.
Días atrás, el caso de Carolina Ardohain abrió un debate poco antes desarrollado. Una niñera que -con sus argumentos- realiza una serie de reclamos ante su empleadora, quien además de ocuparse de tres niños sostiene una carrera profesional desde hace dos décadas.
A ella se le exige públicamente que responda sobre el tiempo que le dedica a sus hijos, que sostenga la maternidad sin errores ni espacios vacíos. Debe explicar, además, dónde se quedan sus niños cuando realiza sus viajes, ya sean por trabajo o por placer. Y por supuesto, también tiene que lidiar con los parámetros del éxito que marca su mercado laboral, tanto en su rol de modelo como conductora de televisión.
Ahora bien, esta sociedad patriarcal no le recrimina al padre de esos niños la misma responsabilidad que le endilga a la madre. Así, mientras Pampita era juzgada por millones de espectadores en pleno litigio con Viviana Benítez, Benjamín Vicuña se encontraba en Chile desde hacía varias semanas, realizando una serie en su país natal, lejos de los conflictos que pusieron en el tapete a su ex mujer, y a miles de kilómetros de sus hijos. A salvo, al fin, de cualquier reproche.