UN HOGAR Y UNA ESPERANZA AL CAMBIO (Con pedido de Publicación)

Por:  Federico  Samuel Olivera

Mientras pensaba en qué escribir, muchos sentimientos encontrados venían a recordarme cuán agradecido estoy por el hogar que tengo y la clase de personas que somos. Cometemos errores, decimos y hacemos cosas de las que luego nos arrepentimos, tenemos nuestros puntos ciegos y nuestros prejuicios. Sin embargo, honrar la dignidad de los demás significa negarse a burlar, descartar o demonizar a aquellos con los que discrepamos, optando en su lugar por debatir respetuosamente nuestras diferencias y, siempre que sea posible, buscar un terreno común.

La llegada de un proyecto innovador con incentivos remunerables, talleres de capacitación laboral e inserción en el campo son oportunidades negadas con el correr de los años a quienes son meros esclavos de un sistema en el que solo unos pocos se enriquecen, mientras que otros se ven sometidos a depender de intereses ajenos y un autoritarismo desinteresado.

Nuestro Dios nos enseña que debemos amar a nuestros enemigos, hacer bien a los que nos aborrecen; bendecir a los que nos maldicen y orar por los que nos calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. Ojalá fuéramos misericordiosos, prestos para aprender y nobles con el otro, porque en cierta forma fuimos todos alguna vez peregrinos en esta tierra viajera.

Apuesto en el resurgir de Uspallata como así también en la igualdad de posibilidades económicas. Que el miedo por un cambio no desestabilice el respeto hacia un control mancomunado de exigir el bien común, y que la normativa vigente nos traiga paz y armonía hacia aquellos que buscamos proteger nuestro medio ambiente.