Como muchos otros barilochenses por estos días, German Vega (46) tiene “complicado” abandonar su casa. La nieve se ha acumulado en su frente de un modo excepcional y para colmo hace tres días que está sin electricidad y recargando el celular con la batería de su coche.
Vive en la Península de San Pedro, una zona apartada, ubicada a 23 kilómetros del centro de la ciudad. “En un rato me viene a buscar un amigo en camioneta”, le cuenta a Clarín con cierto alivio. Más allá de su temporal aislamiento, Vega tiene una relación vital con la nieve. Es el primer y único instructor de esquí en silla de ruedas de la Argentina y del mundo, habilitado oficialmente para enseñarle a personas que no tienen problemas motrices.
El año pasado, después de rendir el curso de instructor sin ningún tipo de adecuación curricular, Vega obtuvo su título. Su promedio fue 8,91, uno de los más altos de la clase.
El 1° de julio de este año, con el arranque de la temporada alta de invierno, ofreció su primera clase en el cerro Catedral a un grupo de seis adolescentes de Beltrán, Santa Fe. El resultado fueron felicitaciones, aplausos, fotos, grabaciones y un puñado de chicas andando por sí solas en la montaña.
En 2005 Vega sufrió un grave accidente mientras practicaba snowboard en el mismo cerro en el que hoy enseña. La caída le lesionó la dorsal 10. Desde ese momento, Vega no tiene movilidad en la parte inferior de su cuerpo.
A pesar de las limitaciones con las que debería enfrentarse desde allí en más, Vega recuerda que nunca llegó a sentirse deprimido. Ignora las razones. La tragedia personal se convirtió en un desafío.
El presidente de la Asociación Argentina de Sky y Snowboard, Martín Bacer, lo impulsó a profundizar y transformarse en instructor. Y no un instructor en condiciones diferentes sino uno que fuera capaz de alcanzar la normalidad en todos los aspectos trascendiendo los obstáculos esperables en su caso. Parecía demasiado, pero lo hizo.