La mano derecha de Julio Vido es la pieza central de los cuadernos de la corrupción. Salió de la cárcel para convencer a la Cámara Federal que no recibió coimas y disparar dardos políticos para los que no fueron presos
Con el casco que le cubría la cara por completo, el chaleco antibala en el pecho, una remera con cuello roja y las manos esposadas, Roberto Baratta llegó al segundo piso de Comodoro Py 2002 con muchas ganas de hablar en la causa de los cuadernos de la corrupción. “Esperenme que los saludo que así no puedo”, alcanzó a decir. Ya sin el casco y las esposas, notablemente más flaco y sin barba, el hombre de confianza de Julio De Vido en el Ministerio de Planificación le dio la mano al juez Pablo Bertuzzi y le dijo: “Lo felicito por el nombramiento”. No se entendió si fue inocencia, ironía o un mensaje, teniendo en cuenta que Bertuzzi llegó a la Cámara Federal por un traslado, que fue cuestionado por muchas de las defensas en la causa.
Después, Baratta se acomodó en su silla y leyó 24 páginas que había escrito en el penal y empezaban con la palabra “namasté”, un saludo indio que se traduce como “la luz divina en mi honra a la luz divina en ti”.
Pero la alocución del ex funcionario tuvo poco de pacífica. No paró de disparar críticas al juez y al fiscal, al remisero que escribió los cuadernos, a los empresarios mentirosos que buscaron salvarse de la cárcel y a los ex funcionarios que acusan a muertos que no pueden defenderse.
Los blancos de Baratta. Comenzó con el juez Claudio Bonadio y al fiscal Carlos Stornelli, quienes -dijo- lo habían metido preso hace exactamente un año atrás unos días antes de las elecciones legislativas por la causa de Gas Licuado “con una pericia trucha, falaz e inventada”. Incluso reveló que ya en aquel momento “el fiscal me sugirió que nombre a De Vido y a Cristina Fernández de Kirchner para darme la libertad”.
La mayor parte de su exposición Baratta la usó para denunciar al remisero Oscar Centeno y su mujer por haber escrito sus cuadernos para extorsionarlo; y a los “empresarios mentirosos” que declararon como arrepentidos en esta causa. Atacó especialmente a Juan Carlos De Goycoechea, a Enrique Pescarmona y Paolo Rocca. Es más, al dueño de Techint lo hizo responsable de lo que pudiera pasarle a él o a su familia. “¿Por qué el poder y la fortuna de los empresarios hacen que tengan privilegios ante la ley?”, se preguntó.
Pero además fue especialmente criticó a la hora de sostener que no se entiende cómo los arrepentidos José López, Claudio Uberti, Ernesto Clarens, Carlos Wagner y Juan Chediack no fueron considerados organizadores cuando ellos mismos contaron en sus acuerdos de colaboración como participaron de las maniobras de recaudación.
“Yo ni sé lo que es la cartelización”, aseguró. Y afirmó que su firma dentro de la estructura del Ministerio de Planificación solo servía para cuestiones administrativas y no para entregar licitaciones. Su abogado, Juan Pablo Alonso, acotó que su cliente era inocente pero que si debían atribuirle algún papel en esta organización Baratta había sido un “cadete ilegal, un valijerito, el mandatero”.
Los dardos políticos. Baratta aprovechó la audiencia para hacer especial hincapié sobre el ex jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, “una persona con miedo y sin convicción ni valores, además de mentiroso, que pasaba la mayoría del tiempo en la residencia de Olivos y no vio ni escuchó nada” de lo que relataba Centeno. “El caso de Abal Medina es el único que hasta ahora referencia con hechos de la teoría del doctor (Martín) Irurzun del poder residual de un ex funcionario”, ironizó teniendo en cuenta que el ex jefe de Gabinete fue indagado pero aun no fue procesado y se encuentra en libertad.
Una vez más, negó haber recibido coimas. Y rechazó las anotaciones “fantasiosas” de su ex chofer, al que le atribuyó “poderes extrasensoriales y telepáticos” porque “sin abrirlo sabía si en un bolso había dinero o documentación, cuánto dinero había y hasta si eran billetes de 50 o de 100 o incluso como tenía capacidad de escuchar conversaciones a una cuadra de distancia”.
Baratta también refutó uno a uno los “relatos mentirosos y acomodaticios para no estar presos” que dieron ex funcionarios y empresarios arrepentidos. “Para salvar su culpas le echan la culpa a alguien que no se puede defender: Néstor Kirchner”, aseguró.
Un detalle: Baratta aseguró que ninguno de los empresarios que dijeron haberle entregado dinero explicó de donde sacaban sus fondos, si los tenían declarados en sus patrimonios y si pagaban impuestos por ello. También aseguró que muchos de ellos entraron al último blanqueo.
Sin nombrarlo, Baratta también sostuvo: “Es triste ver como un senador peronista defiende los intereses de algunas empresas, como Techint, intentado justificar en una probable venta la defensa de sus dueños. A este senador no lo escuche decir lo mismo sobre otros empresarios medianos, que pagan sus impuestos en el país y no tienen la sede en Luxemburgo. Podía esperar una declaración de este tipo de Ernesto Sanz, pero no de alguien que dice ser peronista y que en ningún momento salió a criticar la ilegalidad y el exceso de las prisiones preventivas, que hasta el ministro German Garavano o Ricardo Gil Lavedra criticó en los últimos días. Además este senador, fue elegido en una campaña legislativa que está siendo investigado en esta causa y se hace el distraído. Que poca memoria y selectiva memoria tienen”.
“Señores jueces, confío en ustedes y su justicia, aunque determinados miembros no los dejan bien parados”, afirmó Baratta, al dar por concluida la lectura de sus apuntes y agradecer al tribunal la paciencia por la duración de su audiencia. Antes de irse, volvió a saludar al juez Bertuzzi para desearle suerte en su nueva función y le pidió que intercediera para que lo trasladaran rápido al penal. Antes de que le pusieran las esposas, Baratta aprovechó para tomar unos caramelos que había sobre la mesa, a disposición de los que quisieran servirse.