Los economistas, en clases teóricas, suelen referirse a los medicamentos como claros ejemplos de productos cuya demanda resulta “inelástica”. Es decir, que se supone que sus ventas tienden a variar muy poco, incluso cuando sus precios suben. Porque, al ser tan esenciales, la gente hace todo lo posible por seguir comprándolos. El concepto puede sonar razonable dentro de un aula, y de hecho se cumple en el común de los países. Pero la Argentina, en medio de su crisis sin fin, se empeña en ser la excepción.
En los últimos años, los remedios se encarecieron fuertemente. Y los niveles de consumo, lejos de quedar estables, experimentaron caídas cada vez más abruptas. Un nuevo mínimo acaba de alcanzarse y la disminución acumulada impresiona: en el país ya se compran casi 11 mil cajas menos por hora que tres años atrás. Lo que pone en alerta a especialistas, al ser un serio indicio de que la gente, por falta de dinero, está soportando malestares evitables e incumpliendo tratamientos prescriptos por sus médicos.
Según los últimos datos de la consultora IQVIA difundidos por el Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), en diciembre, las farmacias de todo el país entregaron apenas 51,4 millones de medicamentos. Eso representó una reducción del 4,4% interanual, del 12,3% en 24 meses y del 13,4% respecto del mismo mes de 2016 (cuando se habían comprado 59,4 millones).
Así, frente a lo ocurrido hace sólo tres años, los argentinos compraron unas 257.200 presentaciones menos de remedios al día, o 10.700 menos cada hora. Algo que en noviembre también había ocurrido casi con la misma intensidad, si se realiza la misma comparación estadística.
“El 2019 fue un año recesivo, con merma importante en el número de unidades dispensadas, lo que nos hace pensar con preocupación en qué medida afectó el cumplimiento de los tratamientos crónicos”, indicó la COFA, en un informe. Y advirtió, sobre las causas, que la inflación en los medicamentos “superó ampliamente” a la general, mientras que “salarios y jubilaciones no acompañaron”.
Estadísticas oficiales confirman esa apreciación. Según el Indec, la inflación en 2019 fue del 53,8%, mientras que los remedios y equipos para la salud se encarecieron, en promedio, entre 85% y 90,9%, según la región del país considerada.
En este marco, se dio la paradoja de que los pacientes gastaron bastante más en las farmacias que un año antes, pero a cambio se llevaron a sus hogares menos remedios. En diciembre, según la COFA, las farmacias facturaron un 65,1% más que 12 meses atrás, y eso le alcanzó a la gente para adquirir un 4,4% menos de mercadería.
Volviendo al derrumbe en la demanda registrado entre diciembre de 2016 y el mismo mes del año pasado, lo que el Indec relevó es que en ese mismo período la inflación general avanzó 181%, mientras que en remedios acumuló un 284%. Esto pese a que a mediados de diciembre pasado comenzó a regir un acuerdo de precios que implicó la reducción de algunos valores y su congelamiento por casi dos meses, hasta este sábado.
¿Cómo aplicó la gente ese tremendo ajuste detectado en sólo tres años? Los datos muestran que los remedios que más dejaron de comprarse fueron los de venta libre, que no requieren receta médica y que -pese a que pueden ser muy necesarios- no tienen cobertura de las obras sociales y prepagas. De ese grupo, que incluye analgésicos, antigripales, antiácidos, antiinflamatorios, antiespasmódicos y antimicóticos, entre otros, la gente pasó a comprar un 19,2% menos que 36 meses atrás.
Sin embargo, lo que más preocupa a los especialistas es lo ocurrido con los de expendio bajo receta, entre los que se incluyen antibióticos y tratamientos para patologías crónicas como hipertensión, colesterol alto y problemas cardíacos. Las compras de esos remedios, que sí tienen distintos grados de descuento con los seguros médicos, pasaron a ser 11,5% menores que tres años atrás.
“No se veía una caída así desde la crisis de 2001. Influye que mucha gente perdió el trabajo, y con él la obra social o prepaga que le daba los descuentos en medicamentos. En el mostrador, hoy muchos plantean que no tienen plata y terminan eligiendo qué parte de la receta llevar. Hay gente reduciendo las dosis recomendadas incluso en tratamientos para la hipertensión, la diabetes o las anemias crónicas”, cuenta María Isabel Reinoso, presidenta de la Confederación Farmacéutica, quien también apunta que crecieron los pedidos de “fiar remedios”, en especial en farmacias de barrio y del interior.
Los jubilados, muy afectados por el encarecimiento de los remedios. (Foto: Juan Manuel Foglia)
Margarita Menéndez Llano, presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Capital Federal, agrega que hoy la gente prioriza más ir a las farmacias en las que tiene descuento, y allí llevar sólo los productos con mayor porcentaje de cobertura. “Vienen jubilados con 5 o 6 recetas, y quizás no les alcanza para llevar todo, así que preguntan los precios de cada medicamento y empiezan a elegir”, describe.
Ante esto, dice, las farmacias ofrecen opciones similares de marcas más baratas, hoy más aceptadas. Y también la chance de comprar envases más chicos o blisters por separado, algo cada vez más común, en especial en remedios de venta libre. Para que un remedio pueda venderse fraccionado, recuerda Menéndez Llano, cada parte debe tener número de lote y fecha de vencimiento.
Quejas en las farmacias y estrategias varias para tratar de reducir el gasto
Un relevamiento que hizo Clarín en farmacias de distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires pudo comprobar las dificultades que cada vez más personas tienen para comprar remedios, por el aumento que han tenido, así como la necesidad de reducir gastos en este rubro delicado. En los locales, las mayores quejas salen de boca de los adultos mayores. Muchos de ellos dicen ser ayudados por sus hijos para poder adquirir lo que les recetan los médicos. Pero otros, sin alternativa, deben dejar de tomar los que salen más caros.
“Desde septiembre los medicamentos empezaron a aumentar y aumentar, y todos los meses es un poco más. Fue así que tuve que resignar la compra de un remedio”, dice Nélida Sal, de 65 años, que está jubilada. Ella toma medicación por una enfermedad cardíaca crónica y para la presión. “Tuve que resignar uno que me resultaba muy caro. Para comprarlo, necesitaría $ 2.700, y no puedo, no los tengo”, agrega. Cuenta que ahora, a veces, adquiere las drogas por blister. Y que, cuando su hijo puede, él se las compra.
“Los remedios se encarecieron de dos meses a ahora. El de los bronquios me aumentó un poquito y también el que tomo para la presión y para la hernia hiatal”, dice una señora de 70 años en una farmacia de Caballito, ubicada en José María Moreno y Rosario. “Los tengo que comprar sí o sí: no los puedo suspender”, agrega. Además, señala que compra siempre primeras marcas, pero que para eso la ayudan sus hijas, porque “con mi jubilación no me alcanzaría”.
Por último, le cuenta a Clarín que debió resignar la compra mensual de un diurético, por su costo. “Es el Seretide. Está a más de $ 2.000. Lo estoy comprando cada dos meses y hay días que no lo tomo”, concluye.
En medio de la crisis, para muchos los medicamentos se volvieron inalcanzables. (Foto: Rafael Mario Quinteros)
Linda tiene 53 años y es empleada de la farmacia Ital Farma, de Perón al 4185. Confirma que vio caer la venta y que hace tiempo la gente compra menos medicamentos. “Empiezan a preguntar precios y, si no les alcanza, se van sin comprar. Resignan medicamentos”, señala. Y añade que “muchas veces el cliente elige el blíster -en vez de la caja entera- en remedios como ibuprofeno y paracetamol”. La farmacéutica sostiene que “a los que no les alcanza para el de siempre compran segunda marca”.
“La gente siempre empieza a ajustarse dejando de llevar primeras marcas, como Bagó y Montpellier. Consultan alternativas y adquieren algo más económico”, coincide Cynthia Insaurralde, encargada de una farmacia ubicada en Montes de Oca y Caseros, aunque en su caso destaca que “tras el cambio de gobierno, algunos volvieron a pedir lo caro de nuevo”.
Luis Antun, dueño de la Farmacia República de Barracas, en Montes de Oca al 1800, sostiene que a los adultos mayores les afectó mucho el aumento de los remedios porque “ha sido superior al de las jubilaciones”. Agrega que “se ha notado más la venta fraccionada”, pero que en su farmacia también venden los “medicamentos mal llamados genéricos, que son de otro laboratorio pero tienen la misma forma farmacéutica”. “En general, la gente los aprueba y los lleva, pero muchos están aferrados a las marcas, tienen un tic con eso”, finaliza Antun.
Héctor, un jubilado de 88 años, sale de la farmacia indignado porque -dice- los remedios “aumentan terroríficamente, ni siquiera acorde a la inflación, que también es galopante”. Él calcula que mensualmente, y aprovechando descuentos, gasta “entre $ 10 mil y $ 12 mil” en remedios para él y su esposa, y dice que aún no hizo recortes, aunque “lucha” para tratar de pagarlos. “Intenté en una oportunidad resignar algunos, pero resulta que, en realidad, lo que vale es el cuerpo. No podés decir ‘bueno, no puedo’. Otra gente sé que sí hace eso”, cierra.