En otro orden de crueldad, el reproche a la ausencia de sonrisa de Greta es una constante. De ahí, opera un deslizamiento hacia un complotismo misógino y psicofóbico cada vez más violento. Greta Premio Nobel del Miedo, es manejada, escribe el filósofo Michel Onfra y, por intereses ocultos. “¿Qué alma habita aquel cuerpo sin carne?” pregunta el pensador inquieto por el semblante de esta joven “cuyo rostro de cyborg ignora las emociones – ni sonrisa, ni risa, ni asombro, ni pena, ni alegría”.

Un rostro de “Alice sueca […] –continúa Onfray- que no es de mármol, sino de silicona”, ha venido a castigar la conciencia de los adultos con el látigo prepúber de la dictadura ecológica bien pensante. Aparte del climato-escepticismo por así decirlo tradicional, de una oposición a la supuesta voluntad de unos ecologistas apocalípticos de llevarnos a una Edad de Piedra vegano-bolchevique, apuntar el autismo de Greta equivale para algunos a protegerse del fantasma del Führer.

En el país de la razón de Las Luces y de la colaboración con el nazismo, el síndrome de Asperger de una activista de dieciséis años despierta el punto Godwin –ese punto en el que las discusiones terminan con la aparición de la amenaza del nazismo.

Otra Alice, de apellido Anafasenko, doctora en literatura e investigadora, miembro de la Asociación Francófona de Mujeres Autistas, respondió al desencadenamiento de odio sintetizado bajo la pluma de Onfray: “Les autistas no somos posthumanos. Desafortunadamente para nosotros, estamos en el presente, en un presente difícil y al que nos aferramos a pesar de nuestras especificidades sensoriales y neurológicas que no facilitan nuestra tarea. A pesar de la estigmatización a la que nos enfrentamos. A pesar de los prejuicios que llueven cada vez que intentamos expresarnos. Y no es porque no manifestemos nuestras emociones como ustedes, no es porque tengamos una racionalidad y afectividad diferente a la suya que no podamos pensar y pesar en los debates contemporáneos.”

Anafasenko concluye señalando que, sobre las ruinas de la French Theory, persiste un disciplinamiento conservador que siempre termina patologizando a las mujeres: “La pequeña Greta Thunberg no sólo se equivoca en ser autista, sino que también es una mujer y una adolescente, es decir, lo contrario de lo que conforma nuestro panorama político, intelectual y mediático actual. Y esto es insoportable para la mayoría de los hombres. Si tiene razón o no, no importa. Esa no es, esa ya no es, la pregunta de hoy. Porque lo que el fenómeno Greta revela básicamente es el eterno falocentrismo del pensamiento francés que las feministas ya deploraban (y Derrida con ellas) en los años setenta”.

Aquel inextirpable falocentrismo fue denunciado desde el origen del Movimiento de liberación de la mujer en mayo del 68, por su confundadora Antoinette Fouque, que teorizó “la envidia o deseo del útero” como fundamento del odio hacia las mujeres.

En la Cumbre de la Tierra organizada por las Naciones Unidas en Río de Janeiro en junio de 1992, declaró: “La primera colonización es la del útero, pero como el capitalismo se recicla constantemente, el falocentrismo busca constantemente nuevos territorios que colonizar para modernizarse y enriquecerse a la vez que sigue esclavizando y explotando el cuerpo de las mujeres.”

Si la ciencia está del lado de Greta, varios colectivos feministas también lo están. Es el caso de Femen, que ha decidido incluir la lucha contra el cambio climático en su activismo y apoya firmemente a Greta.

Jenny Wenhammar, fundadora de Femen Suecia y ex miembro del Partido Verde de su país, explica las correlaciones entre las lógicas de deslegitimación de las acciones de Femen y las de Greta: “Las declaraciones que pretenden que es usada por otros, incluyendo sus propios padres, se asemejan a la teoría de la conspiración en base a la cual Femen fue fundada y dirigida por un hombre. Porque piensan que las niñas y las mujeres no pueden tener la capacidad de hacer lo que hacen por sí mismas. Los adultos han abusado, violado y jodido a la Tierra. Lxs activistas que luchan por salvar lo que queda son asesinadxs cada semana. La Generación-Greta está aquí para cambiar este paradigma. Lxs niñxs y Greta, que salen de la cajita en la que se espera que se queden, asustan literalmente a los adultos que pretenden luchar contra el cambio climático a través de la negación.”

A medida que se refuerza su voluntad de despertar conciencias, y su prestigio, crece la construcción discursiva de la monstruosidad de un mundo secuestrado por niñes. Esto parece tener relación con el punto Godwin francés que ha despertado la figura de Greta en el ya citado Michel Onfray, entre otros: el miedo a que un “nosotres, les niñes”, adquiera en boca de la joven la potencia de un “Nosotros, los hijos de Eichmann” de Günter Anders.

El apresuramiento de algunos en sugerir que las trenzas nórdicas de Greta reeditan el bigotito germánico no es sino una anticipación y una forma de evitar pensar la destrucción del planeta como la continuidad de una lógica de producción de muerte en masa, que no empieza ni termina con Auschwitz : “Tan pronto como se nos da un empleo para que ejecutemos una de las innumerables actividades aisladas de las que se compone el proceso de producción, perdemos no sólo el interés por el mecanismo en tanto que totalidad y por sus efectos últimos, sino que, además, se nos arrebata la capacidad de crearnos una representación de todo ello. Una vez sobrepasado cierto grado máximo de mediación —y esto es la norma en la forma actual del trabajo industrial, comercial y administrativo—, renunciamos, o mejor dicho, ya no sabemos siquiera que renunciamos a lo que sería nuestra tarea: contar con una representación de lo que hacemos.” (G.A)

Ya que el poder de producción del ser humano excede completamente su capacidad de representación, de percepción de la constante repetición de una catástrofe, nos dijirimos hacia a la obsolescencia (programada) de la vida humana, animal, vegetal.

En condiciones de impunidad ilimitada, la evacuación de toda noción de responsabilidad para con la destrucción de las especies y del planeta impide que se pueda tomar una decisión entre continuidad o ruptura.

A muchxs resulta inaceptable leer entre líneas, en el discurso de una niña con Asperger, que están siendo los dignos herederos de Eichmann. Una niña que, no pudiendo renunciar a una tarea que considera como la inversión de un proceso de muerte, se destaque como capaz de percibir, y dar otra representación del mundo.

Mas allá de la posibilidad o no de una manipulación capitalista de la hiper-conciencia de Greta Thunberg, en el miedo de lxs adultxs a que “se le otorgue a la juventud la representación política que se merece”, parafraseando las palabras de Ofelia Fernández, resiste el mismo viejo negacionismo a partir del cual se sigue programando la liquidación de nuestros recursos vitales.

Sabemos que la ecología no es soluble en el capitalismo, habrá que hacerse a la idea de que la ruptura y las alternativas disidentes, quizás, también puedan surgir desde subjetividades neurodiversas que tampoco son solubles en una percepción normativa de la legitimidad política.