Con toda esa insólita fundamentación, la ministra rechazó la necesidad de que el Congreso apruebe una ley de emergencia alimentaria con un argumento particular. Según ella, “ya existe una ley de emergencia alimentaria votada en 2016 por unanimidad, con lo cual el Poder Ejecutivo tiene capacidad de llevar adelante planes alimentarios y políticas de refuerzo”. Por eso, agregó, “volver a votar una ley votada tiene un objetivo político”.

En rigor, lo que ese año se votó por unanimidad es la ley de emergencia social, producto de un largo reclamo de las organizaciones sociales en tiempos en que el Gobierno mantenía diálogo con distintos sectores. Esa norma modificó las partidas presupuestarias para cooperativas y creó dispositivos estatales con participación de las organizaciones, una iniciativa que sigue durmiendo el sueño de los justos. Pero esa legislación no activa la movilidad de partidas para paliar la necesidad de alimentos en los sectores más vulnerables.