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Educación

Otra vez, a los alumnos de escuelas rurales les fue mejor en Aprender: cuáles son los secretos

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La prueba Aprender 2018 confirmó una curiosa tendencia que ya había reflejado la evaluación dos años atrás: los alumnos de primarias rurales saben más en lengua y, sobre todo, en matemática que los chicos de escuelas urbanas.

Los datos surgen de un informe al que accedió Infobae, que el Ministerio de Educación publicará en los próximos días. La clave parece radicar en que en sus aulas se trabaja sin distinción de edad. El formato de plurigrado se presenta en el 77% de las escuelas rurales. Allí los resultados son destacadísimos: en matemática, por caso, los estudiantes de sexto grado lograron un promedio de 527 puntos, 49 más que en los establecimientos urbanos públicos.

A eso hay que sumarle un dato: el 72% presenta altos niveles de vulnerabilidad, según el Índice de Contexto Social de la Educación (ICSE). ¿Cómo es posible, entonces, que chicos que residen en zonas remotas, que encima la mayoría colabora en actividades de la casa, logren tan buenos resultados?

El informe cruzó distintas variables para dar con posibles razones. “Tenemos varias hipótesis que deberían confirmarse en mayores investigaciones. Por un lado, que hay un buen clima escolar. Los chicos se llevan bien entre ellos y con sus maestros. También se insiste en el trabajo por proyectos y, por último, hay una mayor participación de las familias”, dijo a Infobae Elena Duro, secretaria de evaluación educativa.

En las escuelas rurales los alumnos son muchos menos. De hecho, pese a representar el 44% de las primarias, sus estudiantes apenas son el 11% del total. Eso facilita una mayor conexión entre ellos y con el maestro. A tal punto que el 79% marca que se lleva bien con todos o con la mayoría de sus compañeros y son muy pocos los que señalan haber visto discriminación o bullying en la escuela.

“Hay que caracterizar bien la situación de estas escuelas. Si bien es cierto que presentan condiciones de aislamiento, de poco contacto, también es cierto que pueden ser potencialidades. En las escuelas rurales se da una comunidad de aprendizaje muy intensa que lleva a una pedagogía activa. Los chicos, con la guía de su maestro, se convierten en constructores de su propio conocimiento”, dijo Sergio España, especialista en educación rural.

Durante muchos años, España fue docente en escuelas rurales de Chubut. Él cree que la dinámica que funciona en ellas potencia los aprendizajes. La diferencia de edad y de conocimientos entre los alumnos genera que el que está más adelantado le explique al que muestra dificultades. De ese modo, el que explica refuerza lo que ya sabe, mientras que el aprendiz se acerca al saber con “una apertura emocional diferente”.

“Cuando vas a una escuela urbana, también te encontrás con un grupo que va más rápido y otro que va más lento. Pero ahí se vive como un problema. El problema más serio es la necesidad de homogeneizar: caracterizamos por grado, por edad, cuando en realidad los chicos aprenden más en un contexto de diversidad. Se les tiene que proponer actividades más desafiantes, que provoquen momentos de interacción y discusión”, planteó el especialista.

El punto que eleva el promedio de las escuelas rurales con plurigrado es la escasa diferencia entre los alumnos de distintos niveles socioeconómicos. Entre el NSE bajo y el alto hay solo 6 puntos de diferencia en matemática. Mientras que en el total país la disparidad es enorme: de 71 puntos promedio.

En esos establecimientos predominan los trabajos por proyectos. Se vinculan las distintas materias en torno a problemáticas de la comunidad y se adecuan las dificultades según la edad de los chicos. “El trabajo en grupos parecería ser un factor de mejora. A eso se le suma el conocimiento de cada estudiante por parte del maestro y la participación de las familias. No solo se refleja en aprendizajes, sino que también en las trayectorias escolares: el 81% nunca repitió”, agregó Duro.

Más allá de los rasgos positivos -del buen clima escolar, del trabajo entre pares, del involucramiento de los padres-, los resultados no se dieron por arte de magia. Desde hace quince años, a partir de 2006, se sostiene una inversión de 250 millones de dólares financiada por el Banco Mundial que se extenderá hasta el año que viene. La inversión fue destinada a la mejora de los edificios escolares, a la compra de equipamiento y libros, y, sobre todo, a la capacitación de los maestros de primaria con una visión curricular integral, que nuclee las distintas asignaturas.

Es posible que ahí esté una de las claves. Cuando se observan los resultados de aprendizajes en secundaria, las diferencias se disipan e incluso los alumnos de escuelas rurales quedan por debajo de las urbanas. “En la secundaria continúa operando el peso homogeneizante que caracteriza al nivel, con una fuerte división de materias y una visión fragmentada. Ahí es donde se deben apuntar los esfuerzos”, consideró España.

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