La ciudad de Santiago de Chile está militarizada, hay muchos más efectivos de los que se veían ayer y su misión evidente es que la manifestación no llegue a la Casa de la Moneda de paso hasta la estación Los Héroes del metro, tal como estaba pautada. A la una del mediodía miles y miles de manifestantes desafían a los efectivos con las manos en alto para mostrarse sin armas, sin ánimos de violencia porque, como dicen los carteles “No estamos en guerra, estamos de pie por nuestra dignidad”. Sin embargo ese gesto es repelido una y otra vez con chorros de agua tóxica que obligan al vómito y que irritan violentamente las mucosas. El alivio llega de la mano de más manifestantes que ofrecen limones y agua con bicarbonato.

Antes de las diez de la mañana, las calles se vaciaron por completo y comenzaron a formarse las columnas. Al mismo tiempo manifestantes autoconvocades empezaron a llenar las inmediaciones de Plaza Italia. El recorrido de la manifestación de estaba marcado desde Plaza Italia hasta la parada Los héroes del Metro.

Después de una noche en la que abundaron en la televisión las imágenes de comunas que demandan protección frente a un supuesto desabastecimiento, este miércoles, primer día de huelga, algunos supermercados abrieron para evitar el pánico. Mario Miguel Jorquera, presidente de la Federación de Trabajadores de Wallmart, que aglutina 15 mil trabajadores y trabajadoras, contó a Página/12 que ese fue el “equilibrio” al que llegaron hoy para “sostener algunos puntos de venta” gracias a un acuerdo con la organización de trabajadores y trabajadoras del que no formó parte la empresa. En la misma línea, ese gremio “llama a la población a quedarse tranquila”, particularmente a los vecinos que con chalecos amarillos salen a defender los puestos de abastecimiento pertrechados con bates de béisbol. “No lo hagan, están defendiendo multinacionales que tienen seguro, un saqueo ni siquiera les hace daño pero los vecinos ponen el cuerpo alentados por el relato de los edios que quiere generar divisiones”

La respuesta a los anuncios de Piñera

El conjunto de propuestas para una “agenda social de unidad nacional” anunciado por la noche por el presidente chileno reúne el rechazo de buena parte de la población chilena. La Coordinadora feminista 8M y las 60 organizaciones, que ayer se reunieron en asamblea, denunciaron que las medidas representan únicamente “subsidios para las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP) que no llegan directamente a manos de las personas más necesitadas y que son parches que no van a resolver esta situación”.

En ese mismo sentido, Vilma álvarez, dirigente del Sindicato de Jumbo, subrayó a este diario que la coordinadora definió a las medidas de Piñera “como otra forma de seguir traspasando dinero hacia los sectores financieros y no dar ningun alivio a la población”. “La demanda es que Piñera denuncie y que se haga una Asamblea Constituyente”, resaltó.

El reclamo de bajar las armas es tan fuerte que mientras la ciudad este militarizada no parece que vaya a haber cambios o que las medidas generen algún tipo de alivio para quienes están reclamando en las calles. “Milicos culiados, cafishos del Estado”, se escucha ahora mismo mientras en el cielo completamente limpio de nubes pero sucio de gases los helicópteros del ejército sobrevuelan la Alameda.

Los únicos que se han manifestado “a favor” del pedido de disculpas del presidente son los miembros de Evópoli, un partido liberal que demanda el cambio de la clase política pero no del sistema, según contó la presidenta de la juventud, Ignacia Galilea. Integrantes de ese partido recorrieron las calles con barbijos y escobas de plástico mostrando que quieren ayudar a limpiar la ciudad. Pero ayer no hubo destrozos porque las paradas de micros están rotas desde el viernes y en algunos locales que fueron incendiados no volvieron a producirse disturbios.

Las manifestaciones son completamente pacíficas y entonces lo que levantan estos chicos y chicas son más bien papeles, restos de los gases lacrimógenos que se tiraron ayer y bolsas de basura que se quemaron para contrarrestar los efectos de los gases, que realmente son muchos.

Estas palabras se escriben con el sonido de los silbatos de fondo, los gritos desesperados de los que piden a los uniformados que los dejen pasar y las columnas que se evaden por las laterales arriesgándose a encerronas para cumplir con el recorrido pautado. En Santiago nadie quiere volver a la normalidad, ni aceptar parches a sus demandas; por lo que este relato sin duda continuará.