A partir de la instrucción presidencial, el gobierno argentino se mostró alineado con el planteo de la OEA que cuestionó la parálisis inicial que impuso el Tribunal Supremo Electoral cuando arrojaba un resultado camino al balotaje de Morales y Carlos Mesa, que luego se reanudó y extrañamente se revirtió el resultado en favor del actual presidente de Bolivia.
“En Bolivia es preocupante lo que está ocurriendo porque allí estaba un cómputo electoral funcionando que indicaba una segunda vuelta. Y eso forma parte de la vida democrática. Pero el hecho de haber parado el cómputo genera sospechas”, había declarado Faurie antes de que el proceso electoral ingresara en una zona vidriosa y ajena a los estándares democráticos.
La recomendación del canciller a Macri fue aguardar la posición de la OEA y los resultados definitivos de un comicio que pone en jaque a la institucionalidad en Bolivia. “Ahora habrá que esperar hasta noviembre para el conteo definitivo y todo esto altera un proceso eleccionario que plantea cierta preocupación”, comentó Faurie en línea con lo analizado frente al presidente.
Faurie y el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, abrieron un canal de comunicación con la diplomacia de Brasil y Paraguay destinada a fijar una posición unívoca. Al margen quedará Uruguay, el otro socio del Mercosur, debido a su cercanía ideológica con Morales, que ya considera que logró una nueva reelección presidencial.
Macri no descarta iniciar una ronda de consultas con sus colegas Jair Bolsonaro y Mario Abdo Benítez si la situación en Bolivia se agrava y se profundizan los enfrentamientos entre seguidores de Morales y militantes del candidato Mesa, que anoche ya denunciaba fraude electoral.