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Politica

Los errores de Alberto Fernández alarman a todos y Cristina Kirchner lanza un plan desesperado

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La vicepresidenta impulsa cambios. Qué quiere y por qué coquetea con la oposición. El vínculo Larreta-Massa. Debates y malestar entre los ministros con el Presidente por el caso de la docente.

“Alberto, vos nos tenés que escuchar más a nosotros. Nosotros somos los que te apoyamos toda la vida. ¿Quién te va a ayudar si esto se complica?”, le planteó Cristina a Alberto Fernández en una de sus últimas conversaciones. La charla fue frontal, subida de tono, sin compasión por el momento personal ni por la crisis que sacuden al primer mandatario. Una charla entre tantas. Hubo peores, es cierto.

El enojo con Alberto viene de lejos, pero se agudizó luego de la filtración de las celebraciones en Olivos. Cristina lo intimó en un acto público a ”ordenar lo que tengas que ordenar”. La cuestión, según ella, no se ha ordenado. Persiste y emerge en cualquier tertulia política. Ni es un tema terminado, como intenta transmitir el entorno albertista -pese a la imputación que acaba de recibir del fiscal Ramiro González-, ni siempre es abordado bajo el cristal del pánico electoral que genera. A veces la figura de Fernández se vuelve objeto de befa. Mejor no repetir las cosas que se dicen en el Instituto Patria o en los círculos de La Cámpora cuando el clima se distiende. Alberto es menos hiriente. A los dirigentes camporistas los llama “los primos” y en su entorno los denominan “los cebollitas”.

Cristina ordenó esta semana salir a defender a su socio. Prima el espíritu de autopreservación. Solo dos semanas separan a los argentinos de las primarias. “No se puede ganar una elección con un presidente débil”, razonan quienes se nutren del pensamiento cristinista. El primero en acelerar fue el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi. El proyecto de Alberto es de ocho años, dijo en radio La Red. Ferraresi es el vicepresidente del Instituto Patria. Instaló un tema que hubiera generado escozor interno si lo hubiera intentado, por ejemplo, Santiago Cafiero. Lo hizo Ferraresi y no pasó nada.

O sí. Tras la entrevista salieron a expresar lo mismo otros hombres del Frente de Todos, más ligados a Alberto, como los ministros Juan Zabaleta, Sabina Frederic y el candidato a diputado Daniel Arroyo. Nadie puede aseverar que se esté pensando hoy en el plan de reelección. Es lo que conviene decir y fue Cristina la que diseñó la maniobra. “Cuando las papas queman salimos los sucios, feos y malos. Los de siempre. Después se acoplaron los que quieren salir siempre bien peinados en la foto”, cuenta un hombre que charla de modo semanal con la ex presidenta.

Alberto pudo haber hallado un breve tiempo de calma, pero pocas horas después ya estaba envuelto en una nueva polémica. Sentado en los estudios de Radio 10, en el Centro Cultural Kirchner, cayó en la trampa de creer que puede hablar como un hombre común -para usar sus propias palabras- y no como un jefe de Estado que tiene detrás el peso de una administración. Su postura radical a favor de la maestra Laura Radetich -grabada por un alumno mientras criticaba a los gritos al macrismo y apoyaba al kirchnerismo- generó un sacudón en su propio Gabinete y entre los candidatos. El día anterior, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, había dicho que la Casa Rosada se oponía “a todo tipo de adoctrinamiento”.

Desde los sectores cristinistas volvieron a cargar contra la falta de planificación. Ya había pasado un hecho similar con Trotta. El 14 de abril, el ministro dijo en horas de la mañana que no volverían a cerrar los colegios; horas más tarte, Alberto decretó lo contrario. Aquella vez, Trotta planteó que estaba su renuncia a disposición; ahora no pasó lo mismo, pero sus pares del Gabinete se solidarizaron y masticaron bronca. Un nuevo desaire del jefe a sus colaboradores.

Con el correr de las horas, sin embargo, el que comenzó a quedar solo fue Alberto. Ayer, los dos principales postulantes del Frente de Todos -elegidos por él- tomaron distancia y parecieron adoptar conceptos más parecidos a los de sus rivales. “No me gustó. El docente tiene un rol de poder que tiene que saber identificar”, sostuvo el porteño Leandro Santoro. Alberto había dicho que la docente le abría la cabeza a la gente. “No actuó en función de su formación. Por algo está apartada de su cargo”, afirmó la bonaerense Victoria Tolosa Paz.

La mayor molestia con Fernández de algunos funcionarios, el viernes, era que nadie lo había presionado con el tema. Decían que él solo se había lanzado a contestar preguntas, cuando desde algunos sectores afines le piden menos apariciones. Pasó inadvertido, pero lo confesó Fernández al aire. “Hoy me desperté a las seis de la mañana y escuché que estaban anunciando algo y le escribí al Gato: ¿Están en el Centro Cultural? ¿Sí? Bueno, por ahí paso, le dije. Y eran… ¿fijate la hora? Las seis y media de la mañana”, dijo. El Gato es Gustavo Sylvestre, el periodista de Radio 10.

La oposición no tardó en montarse sobre el episodio. Todo se mide en términos electorales. La expectativa por un triunfo en la provincia de Buenos Aires crece al ritmo de los errores no forzados del Gobierno, que van más allá de la economía o de la política sanitaria. Por ahora, sin embargo, el kirchnerismo se mantiene arriba.

Los máximos responsables de la campaña de Diego Santilli, que en realidad responden a Horacio Rodríguez Larreta, confeccionaron un paper con 15 encuestas. Hay dos sondeos que ubican a Tolosa Paz con 38,4% de votos y una con el 38,5%, pero existe una que la da en 25% y otra 19%. La más favorable a Santilli da 23,4% y la menos auspiciosa 14,7%; Facundo Manes aparece entre 8 puntos y 14,3. El promedio de esos 15 trabajos le otorga 32,2% a Tolosa Paz, 19,9% a Santilli y 9,4% a Manes; 6,4% a José Luis Espert y 5,5% a Florencio Randazzo. El promedio de indecisos arriba al 14,5%.

La moneda está en el aire en el principal distrito electoral del país, clave para la suma general con la que Cristina y Alberto esperan poder decir que ganaron a nivel país, un escenario que estará forzado porque la oposición no va bajo el mismo paraguas en los 24 territorios nacionales.

Mientras se trazan estrategias, Cristina comienza a motorizar un acuerdo con la oposición para después de las generales, que forma parte del operativo de auxilio a Alberto en medio de la debacle. Una punta de esa negociación dio días atrás Sergio Massa en la 18° edición del Council of the Americas de Buenos Aires. Habló de diez acuerdos básicos para los próximos 20 años. Lo ha hablado con la vicepresidenta y con Máximo Kirchner. El hijo de Cristina ha mantenido diálogos reservados con algunos integrantes de Juntos por el Cambio. Ellos lo niegan. Pero las conversaciones existieron.

El presidente de la Cámara de Diputados mantiene una larga amistad con Rodríguez Larreta y se reunía seguido con Vidal cuando era gobernadora. Los coqueteos son subterráneos porque el ala dura del macrismo está en pie de guerra. Primero, porque pronto habrá que concurrir a las urnas y, segundo, porque Máximo y Massa quieren negociar con el jefe de Gobierno y no con Mauricio Macri. El vínculo de Larreta con Massa contempla cenas periódicas. ¿Han dejado de comer juntos por la campaña? Habría que apostar que no.

La negociación entre kirchneristas y opositores abrirá un surco en el universo de macristas, larretistas, radicales y dirigentes de Elisa Carrió. Es una pelea que Larreta quiere evitar y patear para adelante. Promete, antes de dar cualquier paso, someterlo a una discusión interna.

Cristina está muy inquieta por varios factores. El económico, sobre todo. La renegociación de la deuda la desvela; el tipo de cambio, también. Lo ha hablado infinidad de veces con Axel Kicillof. Pero sus consultas no terminan en el despacho del gobernador.

Martín Redrado suele recibir mensajes. Desde que hicieron las paces, en noviembre del año pasado, ella lo consulta por WhatsApp. La misma sorpresa se llevan otros economistas que no pertenecen al séquito kirchnerista. Cristina escribe, pregunta y hace observaciones. Nunca anuncia lo que va a hacer. Pero sí se sabe que, cuando pase noviembre, impulsará muchos cambios. Gane o pierda la elección, promete.

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