Hasta ayer, en el juzgado evaluaban que después de la información original aportada por las confesiones del chofer Oscar Centeno, la de Carlos Wagner y la del exvalijero Claudio Uberti parecían las declaraciones más valiosas. Pero enseguida la de Aldo Roggio, el dueño de una de las empresas constructoras más grandes del país, con una trayectoria de más de cien años, reconociendo que pagaba coimas, la de Gabriel Romero, de Hidrovías, admitiendo por primera vez que había pagado 600 mil dólares por la firma de un decreto de Cristina Kirchner y la del ex secretario privado del ex jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, metiendo en la bolsa de los que recibían dinero negro a los jefes de la Cámpora que conduce Máximo Kirchner, las sobrepasaron en importancia. A la vez podrían disparar una nueva ola de detenciones.