Hace poco más de un año, las futbolistas del equipo argentino realizaron un paro para exigir mejores condiciones de trabajo. En la Copa América de este año, reiteraron su reclamo con una protesta pública. Cómo lograron revertir la situación para llevar al país a una Copa del Mundo después de 12 años de ausencias
El golazo de Florencia Bonsegundo, a los 20 minutos del segundo tiempo, desató el delirio. Con esa conquista, la selección argentina llegaba al empate 1-1 ante Panamá en el estadio Rommel Fernández y lograba un resultado que, a poco para el final, le permitía sellar el ansiado boleto al Mundial de Francia 2019. El equipo dirigido por Carlos Borrello pudo sostener la igualdad hasta el cierre y, haciendo valer la ventaja de 4-0 conseguida de local en la ida, logró el objetivo de volver a poner al conjunto nacional en una Copa del Mundo después de casi 12 años de ausencias (la última participación fue en China 2007).
En los vestuarios, y luego en el hotel, las jugadoras y el cuerpo técnico desataron una fiesta. Sabían que habían conseguido mucho más que una clasificación: habían ganado una batalla que tuvo su punto más álgido y conflictivo hace poco más de un año.
En septiembre de 2017, hace solamente 14 meses, las futbolistas decidieron ir al paro. Por aquel entonces, habían regresado al trabajo después de dos años sin competencias ni entrenador y la AFA había incumplido con el pago de los viáticos que les había prometido. En aquel momento, solo les daban 140 pesos por jornada de entrenamiento para trasladarse hasta el predio de Ezeiza, donde no las dejaban usar las canchas de césped natural, sino las de sintético. Tampoco había concentraciones ni comodidades para el trabajo: en los pocos viajes que hicieron para jugar amistosos, las integrantes del plantel debieron hasta dormir en micros para cumplir con sus compromisos.
Paradójicamente, por aquellos tiempos, la Selección masculina también tenía actividad: jugaba las Eliminatorias para el Mundial de Rusia 2018, trasladándose en vuelos chárter o en líneas de primer nivel y teniendo las óptimas condiciones de trabajo que se merecen los deportistas del más alto nivel.
¿Cómo podía ser que las dos selecciones de fútbol mayores de la Argentina tuvieron tratos tan desiguales si eran nucleadas por la misma entidad?
Tras una negociación, el equipo femenino volvió a trabajar, bajo la promesa de que la situación se mejoraría. Pero, llegada la Copa América de Chile 2018, la protesta se intensificó. En una de las salidas al campo de juego, todas las jugadoras -titulares y suplentes- posaron para la foto oficial con una mano en su oreja, dejando en claro que exigían ser verdaderamente escuchadas. Pedían que, de una vez por todas, les dieran la posibilidad de trabajar como les correspondía por la importancia de su actividad.
En aquel certamen, la Argentina terminó en el tercer puesto. No pudo lograr la clasificación directa a Francia 2019 (los boletos quedaron en manos de Brasil y Chile), pero le quedó la chance de jugar un repechaje ante un equipo de la Concacaf. Con el correr de los meses, se confirmó que el rival sería Panamá.
Desde la Copa América hasta la serie ante las panameñas, hubo un cambio que se dio de manera muy vertiginosa. Las futbolistas no solo lograron que se diera lugar a sus reclamos (concentraron y entrenaron en el predio de Ezeiza, hicieron giras internacionales, jugaron amistosos y recibieron trato de profesionales por parte de AFA), sino que su actividad adquirió una notoriedad inusitada e histórica. Nunca antes el fútbol femenino había sido tan convocante ni había recibido tanta atención en la Argentina.
En un hecho sin precedentes, el partido de ida del repechaje en la cancha de Arsenal de Sarandí tuvo más de 11 mil espectadores (en su mayoría público femenino) y fue transmitido en vivo por televisión. Las redes sociales explotaron con el hashtag #EsLaHoraDeAlentarLAS, con el que se siguió el encuentro. Para la revancha en Panamá, cientos de mujeres y varones se reunieron en diversos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y de todo el país para seguir las acciones del equipo por TV. Los festejos se multiplicaron y la emoción desbordó en esos espacios.
Hasta altas horas de la noche del martes, la alocada celebración seguía en el hotel Crowne Plaza de la capital panameña con la capitana Estefanía Banini al micrófono y la locura desatada de jugadoras como Belén Potassa, Yamila Rodríguez y Mariana Larroquette, entre otras.
En nuestro país, el fútbol femenino es amateur. Todas las que lo practican saben de los esfuerzos que requiere (aún más si se quiere llegar al máximo nivel). Es por eso que, a partir de este historial de postergaciones que tienen sobre sus espaldas, no sorprendió la constancia y la determinación de la lucha que emprendieron las integrantes de la Selección, la cual en solo un año ha dado magníficos frutos.
Las futbolistas fueron capaces de torcer -con vocación y sacrificio- un rumbo que las mantenía relegadas y sin consideración por parte de las autoridades ni de la sociedad. Después de 12 años, Argentina volverá a jugar un Mundial femenino. Francia 2019 las espera para seguir haciendo historia.