“Estamos criando y creando una generación de adolescentes apáticos, abúlicos, en conexión absoluta con los monitores y escasa con emociones”, advierte el psicólogo Alejandro Schujman.
“Levante la mano quien tiene una panadería a media cuadra o menos de su casa”
En el marco de las charlas con adolescentes hago esta pregunta, miro a los ojos a quien levanta la mano, juego al chiste de que soy vidente y hago el siguiente planteo:
“Supongamos que tu papá o mamá te piden: ‘Mica, andá a comprar el pan’, mientras vos estás en la cama, con el celu y una botella de agua porque hace calor, a lo que respondés “me da paja”.
Los chicos se ríen, la protagonista pone cara de asombro y explico, a ellos, a ustedes, claro está, no soy vidente, simplemente trabajo todos los días de mi vida desde hace más de 30 años con chicos y familias.
Estamos criando y creando una generación de adolescentes apáticos, abúlicos, en conexión absoluta con los monitores y con escasa conexión a las emociones. Con el acento puesto en los resultados y una dificultad enorme en encarar los procesos.
En los meses de verano, por ejemplo, uno de los puntos de conflicto esenciales es que los chicos pasan días y noches (aunque en realidad de día duermen hasta entrada la tarde), conectados a las pantallas.
No quiero caer en esta cuestión de que todo tiempo pasado fue mejor (porque tampoco lo creo), pero en este punto, cuando yo tenía 14 años (hace apenas cuatro décadas), no había redes sociales ni pantallas, sólo teléfonos fijos, si es que funcionaban.
Entonces salía a recorrer las casas de mis amigos, tocaba timbre a ver quién podía juntarse para pasar tiempo haciendo algo divertido.
Hoy a los chicos y chicas, con toda la tecnología a disposición como trampolín maravilloso para generar el encuentro, les pasa que “el exceso de fácil se les hace difícil”.
Horas viendo si hacen algo, chequeando si alguien “pone casa” y, finalmente, cada quien por su cuenta, solos y solas con las pantallas.
Chicas y chicos pasan horas conectados a las pantallas.
Al don pirulero, cada cual atiende su juego, o sea, el de la vuelta en círculo alrededor del no poder concretar. Cuando les pregunto a mis pacientes adolescentes “¿Qué onda el finde? ¿Hiciste algo lindo?” Muchas veces la respuesta es: “No armamos nada, nos dio paja”.
Entre la multitud de las redes sociales, armar un programa de dos o tres les parece poca cosa. Entonces se suelen quedar en compañía de sus teléfonos celulares, muy pero muy aburridos.
Estamos criando y creando, señoras y señores, a la generación del “medapaja”.
Escribí hace unos meses acerca del síndrome de álbum lleno, ese empacho de confort en los primeros años de vida es la precuela de esta generación.
Hiperfacilitación que se da desde los padres a partir de la creencia de que van a tener ya tiempo para sufrir, entonces ahora no hay límites, que no sufran, y cuidado: los discapacitamos, les quitamos la posibilidad de apasionarse, los dejamos sin la herramienta esencial para adentrarse en el mundo adulto.
Lo fácil termina siendo aburrido, y en el plano de lo virtual las cosas suelen ser más sencillas.
En lo interpersonal no es tan simple. Mirar a los ojos no es igual a interactuar en las pantallas. Los chicos tienen una frase que me da ternura y que además es muy precisa. “Vos sos puro teclado”, así se refieren a aquellos/as que alardean en las redes sociales pero en el cara a cara “arrugan”.
Lo esencial es: son hijos nuestros, no salieron de un repollo, son hijos de las generaciones de la comodidad. Lo fácil nunca es bueno, lo bueno nunca es fácil.
Son hijos de padres y madres que responden rápida y positivamente al grito de: ¡Mamá, quiero jugo! mientras juegan a la play en su dormitorio y con aire acondicionado.
Hijos de padres y madres que se sienten culpables porque encima que tienen poco tiempo para estar en casa ¿van a poner límites, van a pelear, van a ser antipáticos?
Contagiemos ojos brillantes, mostremos que crecer está bueno y que la pasión y el entusiasmo son parte de nuestra vida.
El estudio, otra zona de conflicto.
“Si yo puedo darle los gustos, ya tendrá tiempo de que le resulte difícil la vida”, suelen decir algunos padres y madres. Pero la cuestión es que si no les dificultamos amorosamente el cotidiano, después no tienen recursos para enfrentar los avatares del vivir.
Recordemos: estos hijos e hijas tienen bajo responsabilidad nuestra un bajísimo nivel de frustración, capacidad de espera cero, y a los 23 años quieren ser gerentes. Y los responsables, no culpables, somos padres y madres.
La buena noticia es que podemos hacer más de lo que hacemos, y distinto.
Perfil de la generación del “medapaja”
✔️No leen libros, estudian del “Rincón del vago” (portal de la web con resúmenes listos para zafar)
✔️No hacen deporte, juegan FIFA 2020 en las consolas.
✔️No hacen programas, salidas y paseos si no son varios, ir de a 2 a tomar algo es poco, acostumbrados a las multitudes virtuales menos de 5 no es número suficiente.
✔️No caminan, viajan en Uber.
✔️No completan las carpetas en clase, usan fotos de WhatsApp que les pasan los que si lo hacen.
✔️No estudian durante el año, ellos son jugadores de diciembre y febrero.
✔️No reconocen errores, la culpa es siempre del resto del mundo.
✔️No recalculan ni anticipan las posibles complicaciones del vivir.
Lo que no saben es que en la vida no hay “checkpoints” o puntos de guardado, sino que se hace camino al andar.
Schujman afirma que hay que evitar el hiperconfort.
Caja de herramientas para la prevención
✔️Dejemos que nuestros hijos se frustren.
✔️Permitamos el error, sin intervenir directamente.
✔️No facilitemos el hiperconfort desde la analgesia en el vivir.
✔️Alentemos actividades por fuera de lo escolar que les presenten desafíos saludables (artísticas, deportivas, etc.)
✔️Regulemos el uso de la tecnología desde que son pequeños.
✔️No negociemos ni naturalicemos el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas, que son socios perfectos de la apatía y la abulia.
✔️Pero sobre todo, contagiemos ojos brillantes, mostremos que crecer está bueno y que la pasión y el entusiasmo son parte de nuestra vida.
Eduquemos pasión, eduquemos los sueños, no la modorra. Eduquemos ojos brillantes. Eduquemos el esfuerzo, porque sin esfuerzo nada interesante sucede en la vida.
Eduquemos chicos y chicas que no tengan problema en ir a comprar el pan, y es más, amasemos pan con ellos para que entiendan que las cosas buenas son el resultado de un proceso y esfuerzo personal.
Que el pan calentito que tienen en la mesa es resultado de una elaboración minuciosa y además fruto del trabajo de quienes lo compran.
No les demos la vida servida en bandeja, porque entonces les “dará paja” salir a pelear por sus ideales y triste vida tendrán nuestros hijos.
Porque acá lo más importante de esta nota: los jóvenes de estas generaciones tienen la pasión intacta, agazapada y presta para encarar la vida tan pronto como los adultos les mostremos el camino.
Nuestra tarea es dejarles señales para que entren al mundo adulto, y las señales que les estamos dejando son poltronas cómodas para que esperen la vida servida en bandeja. Y no resulta, y les quitamos la libertad porque quedan apresados en las limitaciones que nosotros mismos les ayudamos a construir.
Cambiemos las reglas del juego, armemos bloques de padres que sumen para darles a nuestros jóvenes lo que ellos precisan, podemos hacerlo, debemos hacerlo.
Como digo siempre, una vez más, ¡difícil pero no imposible!
*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres.