Una de las consecuencias de la imprevista corrida cambiaria que se desató entre el 25 de abril y el 14 de junio, aproximadamente, y que derivó en un claro endurecimiento de la política monetaria, fue una abrupta baja de la actividad industrial y comercial, así como el freno del auge de la construcción, la ruptura parcial de la cadena de pagos, y el consecuente aumento del atraso en el pago de los impuestos.