Tiene 21 años, es de Vicente López, y creó un vasito hecho de algas para reemplazar a los descartables, que tanto contaminan. Por esa iniciativa, fue elegido por el MIT y Harvard como uno de los 100 líderes del futuro.
En una casa de Vicente López, provincia de Buenos Aires, se hace todo lo posible por disminuir la basura y ayudar al planeta. Una compostera reduce los desechos orgánicos y los transforma en abono. El consumo de agua es moderado. Se reduce al mínimo indispensable el uso de elementos descartables. Y, por supuesto, todo lo que se tira se separa en reciclable y no reciclable. Tranquilamente podría ser el domicilio de Greta Thunberg.
Pero en este hogar de costumbres tan amigables con la naturaleza vive Jerónimo Batista Bucher junto con sus padres, Diana y Andrés, y su hermana Emilia.
Jerónimo tiene 21 años y fue elegido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y por la Universidad de Harvard como uno de los 100 líderes jóvenes del futuro. Un privilegio que, desde que se entrega esa distinción, por primera vez hizo foco en un argentino.
Jerónimo estudia Licenciatura en Biotecnología en la UNSAM y es así como se lo ve: pulcro, prolijo, estudioso, las palabras le salen en oraciones bien armadas.
Jerónimo Batista Bucher en su laboratorio. Foto: Andrés D’Elía.
Nunca se llevó materias, fue abanderado, ganó premios nacionales e internacionales por su desempeño en ferias y olimpíadas de ciencia. Y hasta tuvo sus 20 minutos de gloria cuando, en 2017, como representante de los jóvenes que participaban en el G20 de Alemania, cautivó a Angela Merkel con un discurso fervoroso sobre la importancia de la sustentabilidad.
En fin, es tal vez el hijo que muchos padres querrían tener. Con las mismas ideas de Greta sobre la importancia de actuar frente al cambio climático, pero con los pies más sobre la tierra, y no tanto sobre un velero patrocinado.
En casa teníamos un televisor que sólo captaba dos canales y no lo encendíamos nunca. Pero eso no quiere decir que yo haya sido un niño aburrido.
Jerónimo Batista Bucher
“No es tan difícil entender el impacto que tiene la contaminación en los humanos y en la degradación de los ecosistemas. Y si lo entendemos, no hay otra opción: tenemos que hacer algo para solucionar el problema”, dice, convencido de que, pese a los enormes cambios culturales que son necesarios para que muchas casas sean como la suya, aún hay esperanzas para salvar el planeta.
Tan convencido está que logró desarrollar un vasito hecho con algas, biodegradable, que puede reemplazar a los vasitos descartables que se colocan en dispensers de bebidas y que después de tres sorbos van a parar a la basura. Por esa pequeña gran idea, que intenta detener la contaminación plástica, y por ese empuje, fue elegido como un futuro líder.
“En casa teníamos un televisor chiquito que sólo captaba dos canales y no lo encendíamos nunca. Pero eso no quiere decir que yo haya sido un niño aburrido: me interesaban otras cosas”, cuenta Jerónimo, que fue a la escuela número 16 Marcelino Ugarte, de La Lucila.
Batista Bucher, el día que habló para Angela Merkel.
En esos años de Primaria, cuando sus compañeros comentaban algún dibujito animado, él no tenía nada que agregar (prácticamente no conocía a ningún personaje).
Pero en las clases donde se desmenuzaban temas de ciencia, siempre tenía un dato más, algo que cautivaba a la maestra y a sus compañeros.
La enciclopedia Encarta que estaba cargada en la computadora hogareña era una fuente fundamental. También tenía programas de dibujo y mucha información sobre temas de la Naturaleza y del Espacio, además de los libros de divulgación científica que se acumulaban en los estantes. Algunos eran de Diana, su mamá bacterióloga.
“En mi escuela ya se hablaba de la importancia de evitar la contaminación. No se hacía tanta referencia a la crisis climática, esa terminología apareció después, pero sí se transmitía que el exceso de basura afectaba a los ecosistemas. Cuando escuché hablar de esa problemática, me gustó inmediatamente. Eso me llevó a participar en olimpíadas de ciencia. Me interesaba la Biología, la Ecología, entender cómo se degrada la salud por efecto de agentes contaminantes”, explica Jerónimo, que habla como si ya se hubiera recibido de licenciado en Biotecnología: con el vocabulario certero.
Su vasito biodegradable fabricado a partir de algas. Foto: Andrés D’Elía.
En el secundario abrazó definitivamente los temas científicos. “No sabía muy bien a qué colegio ir. Mis compañeros de la Primaria también eran amigos de handball, de básquet, de fútbol, me encantan los deportes, y de algún modo yo quería seguir con ellos”, dice sobre la instancia bisagra en la vida de todo estudiante: dejar atrás la infancia y empezar una etapa que se parece cada vez más a lo que será el resto de su vida.
“Un día mis padres me llevaron a la ORT y cuando vi sus laboratorios ya no tuve dudas. Su sistema de clases y de horarios adicionales para talleres optativos me encantó. Cuando empecé a cursar me quedé siempre después de hora para seguir un tiempo más en el laboratorio”, comenta.
Por eso pudo profundizar en tecnología, pero también en edición de imágenes, animaciones, diseño 3D y computación.
En ese colegio comenzó su etapa de participación en las Ferias de Ciencias y de entrenamiento para olimpíadas científicas. Poco a poco, fue acumulando conocimiento, experiencia y premios.
“Practicaba durante todo el año para las competencias locales, regionales e internacionales. Mi primer viaje lejos, por ese tema, fue a Río Cuarto, en Córdoba. También estuve en la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, donde te entrenaban para participar en competencias. Después de ganar a nivel nacional, hay que participar en el exterior. Por eso, cuando tenía 14, viajé a la India sin mi familia y fue una experiencia buenísima. Un viaje increíble en todos los sentidos”, recuerda Jerónimo.
A esa altura, la casa de Vicente López en donde vive ya tenía cambios drásticos. Poco antes de terminar la Primaria le había pedido a sus padres que incorporaran la compostera. De modo que estaba en marcha uno de los mejores reductores de basura. La separación de los desechos llegó naturalmente.
Greta Thunberg: una inspiración para Jerónimo Batista Bucher.
“La gestión de residuos es importante y, a nivel domiciliario, mucho más. La mitad de la basura que se produce en la Argentina es orgánica. Si vos ponés una compostera en el patio, en el balcón, en una terraza, estás reduciendo a la mitad lo que tirás . Si a eso le sumás separar los reciclables en papeles, cartones, plásticos, te vas a dar cuenta de la cantidad que reducís. Nosotros, en mi familia, lo vimos enseguida: pasamos de sacar una bolsa de basura por día a dos bolsas por semana. Te impresiona ver el tacho de basura vacío”, comenta.
Y propone: “El cambio tiene que darse. Hay que entender que si todos hacemos eso, el efecto se nota. Una sola familia no resuelve el problema, el cambio tiene que ser sistémico. Trabajar en lo individual y en lo estatal. Claro, hay que ir desarmando hábitos e ir incorporando otros”.
Veo que tu botella tampoco es de plástico.
Es de acero inoxidable, reutilizable. En ningún lado uso algo descartable. En todos lados trato de evitar los plásticos. Voy a la facultad con mi botella de acero en la mochila y si voy a comprarme algo llevo mi bolsa reutilizable, evito vasos descartables y sorbetes. Creo que eso es lo que todos podemos hacer en lo individual, pero también habría que tomar medidas a nivel global en cuanto a lo energético, a la alimentación: las vacas rumian y lanzan metano. Habría que balancear la dieta…
¿También sos vegano?
No lo soy, pero estoy tratando de reducir un poco el consumo de carne y de ir incorporando más vegetales. No hace falta ir al extremo. Se puede hacer algo interesante y positivo manteniendo el equilibrio. Y si eso se replica, es una gran ayuda.
¿Cómo se te ocurrió la idea para hacer vasitos de algas y reemplazar a los descartables?
Cuando estaba en el último año del secundario, en la escuela ORT, ya pensaba en la problemática de lo descartable porque tenía que desarrollar un proyecto final. Veía que ahí mismo, en nuestro colegio, teníamos vasos descartables que se multiplicaban. Algunas personas tomaban apenas un trago y lo tiraban. Hice los cálculos y vi que por año se desechaban 600 kilos de vasitos. Lo multipliqué y vi que en un año, en todos los colegios, se tiraban mil millones. Y, a nivel global, más de 5 mil millones. Ese fue el puntapié inicial y ese mismo verano empecé a probar materiales. Arranqué en la cocina de mi casa, en la mesada. Iba a distintas químicas, farmacias y dietéticas tratando de conseguir materiales para experimentar con eso. Cuando ya lo encaré como proyecto curricular, en la universidad, tuve mucho apoyo.
¿Te preocupa el futuro en términos ecológicos?
La sustentabilidad es también hacer cosas que no comprometan la sustentabilidad de las generaciones futuras. Creo que, para poder seguir manteniendo la vida humana como la conocemos en este planeta y para continuar desarrollándonos, es imperativo poder transformar todo esto lo antes posible. La situación es muy grave. Se determinó que en la próxima década tenemos una ventana para modificar las cosas porque nuestra generación es la primera que está empezando a sentir las consecuencias en un nivel avanzado y global del cambio climático y es la última que tiene la posibilidad de revertirlo, de hacer algo. La situación es complicada y está empeorando cada vez más.
Si vos ponés una compostera en un patio, en el balcón o en la terraza, podés reducir a la mitad la basura que suele tirar una familia.
Jerónimo Batista Bucher
Jerónimo no veía televisión en la infancia y en la adolescencia tampoco tuvo una play (“Nunca se me ocurrió pedirle a mi papá que me comprara una, siempre encontré algo más divertido”, dice).
Hoy está focalizado en los temas que le interesan. Lee mucho sobre evolución humana (“Es importante y apasionante saber de dónde venimos”) y sobre el Cosmos (“¿Hay algo más interesante que el origen del Universo?).
Para su futuro planea una vida académica, pero de servicio. En lo personal, la idea de formar una familia con compostera propia no es prioridad en esta década. “Hay tiempo”, dice.
En lo profesional, quiere hacer cosas que tengan repercusión en la gente, que realmente contribuyan a resolver problemas. “Quiero investigar y que mis aportes ayuden a transformar. No concibo la ciencia sin espíritu de servicio”, dice apoyado sobre la mesada de su laboratorio en la UNSAM, modesto, pero lleno de futuro.