Las borracheras empiezan en la playa, siguen en el boliche y suelen terminar otra vez en la arena. Y los controles no alcanzan. Así, Fernando Sosa terminó muerto por un grupo de rugbiers. La Policía no estaba: dice que tuvo que asistir a un joven que había sido apuñalado en un boliche a la vuelta.
El allanamiento en la casa que los rugbiers de Zárate alquilaban en la zona de Bosque Pinar estaba en curso. Ellos estaban ahí. Boca abajo. Esposados. Afuera había un patrullero y un móvil para trasladarlos. Habían dejado de ser los amigos del club que se fueron a Villa Gesell. Ya eran presos.
Horas antes, a las 4.30, una discusión a los empujones con otro grupo de chicos en el boliche Le Brique terminó con Fernando Sosa, de 18 años, muerto a golpes enfrente de la disco.
Las cámaras de seguridad mostraron todo. Cómo fue la brutal golpiza. Quién pegó desde atrás. Quién quedó tirado. Quiénes se fueron a esconder en la casa que alquilaron en el bosque, en 203 y “la cortada”, donde luego la Policía los encontraría con los nudillos lastimados y la ropa manchada con sangre.
Vaso y parlante. La “fiesta” empieza antes de que caiga el sol en la playa. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial
Ahí también estaba Clarín y uno de los Policías del operativo detalló cómo el descontrol de la noche de Villa Gesell empieza de día, se acrecienta a la noche y termina a la mañana siguiente. Son 12 horas de alcohol en la arena, el boliche y, de nuevo, la playa. Los dos grupos que se pelearon en Le Brique habían estado en un after beach el viernes a la tarde.
Desde la muerte de Fernando, era esperable que se vieran más patrulleros y se reforzaran los controles en la arena. Pero no pasó.
“A la vuelta de Le Brique, en el boliche Dixit, habían apuñalado a un pibe a la salida. Por eso el móvil justo se fue para allá y se armó este quilombo en el otro boliche. Si no, siempre hay policías en la puerta de cada lugar. Por prevención”, cuenta. Pero, ¿un patrullero tenía que dejar de estar ahí para ir a otro lado? “Sí, no hay tantos”, contó.
Alcohol sin freno en la playa, desde temprano. Foto: Fernando de la Orden / Enviado especial
Pero esa suerte de “zona liberada” para el descontrol comienza a las 18 en los after beach, donde los chicos toman en la arena. La tarde siguiente a la muerte de Fernando a la salida del boliche, Clarín fue testigo de que el único control por parte de la Policía en el after más grande de Gesell dependía sólo de dos oficiales.
Entre 104 y 105, en el balneario Pleno Sol, frenaban a los chicos en la rampa de madera para revisarles las heladeritas. Si había latas, no pasaban. Botellas de vidrio, tampoco. Pero no chequeaban el contenido de los termos de mate, donde los chicos llevan fernet y vodka.
Cientos de jóvenes en la arena en la previa del boliche. Luego sigue en una casa y después de bailar vuelven a la playa. Foto: Fernando de la Orden / Enviado especial
“Entendemos que la quieren pasar bien. Pero tenemos que mirar qué traen. Algunos se lo toman bien. Otros, como verás, no tanto”, dice uno de esos policías a Clarín. Un minuto antes, un chico se enojó por no poder bajar con la latita de cerveza a la playa. “Pero, maestro, es una latita. Vengo tomando todos los días acá. ¿Qué onda?”, lo enfrentó. Ante la negativa, tiró con violencia la latita al tacho.
Él no pasó. Tampoco los que fueron frenados en la otra pasarela de madera, que custodiaban otros dos policías. Pero abajo, en la arena, entre 2.000 y 3.000 chicos y chicas tomaban en la arena. Sin que nadie se los prohibiera.
¡Dale! ¡Dale! Ese era el grito conjunto para agitar a dos chicas que abrían la boca para recibir el vino que brotaba de dos mangueras transparentes conectadas a un embudo. Otra chica vertía el vino. Y ¡Dale! ¡Dale!
Tras la muerte de Fernando, el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera, dijo que “los chicos consumen mucho alcohol y drogas” pero que lo hacen “puertas adentro”, lo que hace que la situación esté afuera de su “alcance”. Consultados por Clarín luego del escaso control en el after más grande de esa zona de la costa, desde el municipio fueron más cautos. “Es una medida preventiva. Pero si los chicos entran por otro acceso o esconden la bebida… no podemos revisar cada termo“.
Los chicos y chicas que Clarín entrevistó en la playa aseguraron que en el after beach el acohol también se vende en la arena, a través de vendedores ambulantes. “No hay control adentro de la playa sino antes de entrar”, explica un chico de San Martín. Está con un enorme tazón metálico de fernet en la mano.
Juan Rossin tiene 20 años y está cargado de latitas de cerveza. Están sueltas y las carga como a un bebé. Están a la vista. De lejos ve a los dos policías en la pasarela de la entrada y retrocede. “Acá a las 18 arrancamos el after en la playa. Después la previa, tipo medianoche en una casa que alguien ponga. Después vamos a bailar tipo 3 o 4 a Le Brique. Después, a eso de las 6.30, hacemos after en la playa. Volvemos acá “, dice a Clarín.
“Es el primer día que están estos policías frenando que se baje alcohol. Entramos por otro lado y listo”, sigue. Lo permeable de ese control lo saben todos los que están abajo, en la arena. Entran por otro lado. Caminan un poco más, pero llegan al after desde la arena.
Valentina, de 17 años, no tiene la edad para tomar y está tomando en la playa. “Las bajamos por otro lado. Igual, está todo el mundo escabiando. Los policías nada más te piden que no bajes con latitas. Que lo pases en botellas de plástico y está todo bien. No les molesta. No quieren botellas de vidrio tampoco. El problema no es el alcohol, es el envase”, dice. Estuvieron en Le Brique la noche en la que murió Fernando.
“Le Brique estaba sobrecargado de gente. A 500 pesos la entrada, se ceban y dejan pasar a todos. Por ganar plata. Son grupos de 10, de 15 chicos, hacen pasar a todos juntos. No importa que se exceda el límite. No se puede caminar. Está saturado. Los pibes aprovechan el roce y te re tocan. A las 4 de la mañana explota. Estos chicos que se pelearon seguramente empezaron empujándose adentro”, dice Juliana, de Olivos.
El ex dueño de un famoso boliche de Gesell dijo a este diario que el problema, justamente, arranca antes de que los adolescentes y jóvenes entren a bailar. Afuera. Y después, cuando vuelven a la playa. “Los chicos llegan borrachos y salen borrachos. ¿Cómo los contenés afuera? ¿Quién los debe contener afuera? ¿Los dueños de los boliches? Nadie contesta.” Desde el municipio dicen que está fuera de su alcance.