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Educación

Ingeniería nuclear: solo se reciben entre seis y ocho ingenieros por año

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Pablo Vizcaino es investigador del Conicet y Director de Ingeniería Nuclear con orientación en Aplicaciones del Instituto Dan Beninson. La carrera surgió en 2015, como fruto del impulso que en el mismo año generó el Plan Nacional de Medicina Nuclear, cuando la ciencia y la tecnología tenían más presupuesto y ocupaban un sitio de mayor privilegio para el elenco gubernamental. Luego, con la administración macrista la inercia se fue quebrando y, junto a ello, se derrumbaron de manera acelerada muchas de las iniciativas que vinculaban saber y soberanía. En la actualidad, aunque se ofrecen becas de estudio, solo se recibe un puñado de ingenieros nucleares al año. ¿La hipótesis? La disciplina tiene mala imagen: la cursada se presume difícil y la serie –que grafica el desastre nuclear en Chernobyl y rememora sus trágicas consecuencias– incrementa la desconfianza. A continuación, Vizcaino describe el rol que tienen las tecnologías nucleares en un campo tan sensible como la salud y enfatiza la necesidad de que más estudiantes puedan a animarse a cabalgar el terreno.

–El Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson (IDB) se creó en 2006.

–Sí, coincide con una época en que la industria nuclear comenzaba a despegar. Desde principios de la década de los ’90 había estado todo muy congelado y recién en aquel momento se advertía un reverdecer del campo. El Instituto se creó a partir de un convenio entre la Universidad Nacional de San Martín y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). En 2015, al promoverse el Plan Nacional de Medicina Nuclear, se contempló la emergencia de centros de diagnóstico y tratamiento con aparatos y dispositivos de última generación, tanto en Buenos Aires como desperdigados por el resto de las provincias de Argentina. A partir del gobierno de Macri, sin embargo, las acciones se fueron estacionando lentamente. Lo mismo que ocurrió con casi todo.

–En paralelo al Plan Nacional de Medicina Nuclear se abrió una carrera. Como el país se preparaba para fabricar sus aparatos sofisticados requería de personal que supiera diseñarlos y luego utilizarlos.

–Efectivamente, la carrera de Ingeniería Nuclear. Si bien en la currícula se prevé que los estudiantes aprenden contenidos tradicionales (diseño de reactores e instalaciones nucleares), hacemos mucho hincapié en la formación de profesionales capaces de manejar las tecnologías disponibles en los centros de salud. Son espacios que funcionan a partir del uso de radiaciones y técnicas de imágenes muy sofisticadas que sirven para diagnosticar enfermedades y líneas de tratamientos específicos. El problema que afrontamos desde hace un tiempo es que, a pesar de ofrecer becas (18 mil pesos) que costean la formación, los pibes no se anotan. Tenemos el Instituto en pleno conurbano y nos encantaría que se llene de estudiantes que sean primera generación en su familia, que asista gente con menores recursos. En líneas generales, nuestro estudiantado no difiere mucho del que puede haber en el Balseiro de Bariloche, por ejemplo.

–¿Clase media?

–Sí, la gran mayoría de los que acceden tiene un nivel socioeconómico medio. De cualquier manera, no quiere decir que a la gente de clase media le sobre la plata ni mucho menos, sobre todo en esta época. Se presentan a rendir los exámenes de ingreso un promedio de 15 alumnos provenientes de todo el territorio nacional. Finalmente, terminan cursando la carrera entre 6 y 8, cuando estamos en condiciones de entregar entre 10 y 12 becas. Salvo contadas excepciones, no abundan este tipo de facilidades; es raro que te financien para estudiar una carrera de grado. Es una situación que nos produce muchísima pena; suponemos que la falta de interés es porque se trata de una carrera que tiene fama de ser “difícil”. Con algunos compañeros hemos llegado a poner dinero de nuestro bolsillo para publicitar la oferta académica mediante las redes sociales y generar una mejor difusión. Creemos en la importancia social de lo que enseñamos.

–Para peor, la energía nuclear tiene mala prensa. Lo que sucedió en Chernobyl, sin ir más lejos, colabora en este sentido.

–El mundo está comprometido e interesado en mantener la producción nuclear. Los controles de seguridad deben ser muy pero muy rigurosos, eso es algo obvio que cualquier especialista en el rubro aprende desde el primer instante que tiene contacto con la disciplina. No hace falta trabajar en una central de las características de la de Chernobyl; de hecho, cualquier institución que utilice radiaciones debe estar muy atenta y tener equipos humanos bien preparados. La bomba de cobalto empleada para curar tumores no puede quedar guardada arriba de una mesa. Absolutamente todo tiene que estar controlado y supervisado con las debidas normas de seguridad. Dichas todas estas salvedades debemos saber que la vida de cada uno de nosotros está totalmente atravesada por las tecnologías nucleares.

–¿Por ejemplo?

–Cuando vas al médico por alguna afección mínima te deriva a que te realices una radiografía, una tomografía, una resonancia magnética, una mamografía. Son todas técnicas que están basadas en radiaciones equivalentes a las que pueden generarse en un reactor nuclear. Son tecnologías que también participan en el control de gran parte de los procesos industriales, en la producción de alimentos como mejora de granos, en el análisis de aguas; así como también en el transporte, controles de corrosión y desgaste de motores. Si Argentina no fabrica estos aparatos los tiene que comprar afuera y salen muy caros.

–¿Importamos muchas tecnologías de este tipo?

–En el escenario global en el que nos movemos, difícilmente, una tecnología se produzca 100% en un solo país. Por ejemplo, Argentina ha tenido mucha participación en el proceso de reentubado de la central nuclear de Embalse (Córdoba), ya que el 70% de los componentes de la obra fueron gestados en el país. Un proyecto que permitió extender su vida útil por treinta años más. Esto indica la existencia de una capacidad instalada en el campo. Hace poco, la CNEA presentó el primer tomógrafo realizado aquí e instalado en el Hospital de Clínicas. Pese a que se difundió como un logro del gobierno actual, gran parte del trabajo se había realizado durante la gestión anterior. Hay talento pero falta un mayor impulso y, sobre todo, cambiar la imagen social de la energía nuclear.

–Es decir que debemos superar la visión esquemática al respecto: es imposible negar los peligros potenciales de la misma manera que no se pueden obviar los beneficios que conlleva.

–Las sociedades, en la medida en que se van complejizando, deben incrementar sus niveles de control respecto de ciertas actividades que podrían causar mucho daño pero que, al mismo tiempo, son muy beneficiosas. Es un tema que requiere de mucho esfuerzo de divulgación porque el miedo, en muchos casos, está emparentado con la falta de información por parte de la población.

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