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Habla Cobos, a 10 años de su frase histórica: “Mi voto no es positivo”

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“No le deseo a nadie tener que sufrir todas las presiones que yo viví hasta el ultimo día como vicepresidente”, dijo el actual senador nacional de la Unión Cívica Radical

Son las 4.24 del 17 de julio de 2008. Después de meses de enfrentamientos, un mendocino se encuentra en el lugar más incómodo de su vida política. Es Julio Cobos. Las cámaras lo muestran dudando en cada palabra, con muchos silencios, sabiendo que lo que dirá al final de su discurso le pondrá, para bien o para mal, punto final al enfrentamiento.

“Mi voto no es positivo… Es en contra”, dice al final. El campo gana. Él se levanta rápidamente de su silla y sale del recinto. La fórmula presidencial elegida ocho meses atrás (Cristina-Cobos) se rompe.
Algunos lo tratarán, a partir de esa noche, como un héroe. Para otros será un traidor. A 10 años de ese momento, Cobos recibió a Diario Uno en su casa y rememoró los detalles de esa larga noche y de una decisión que determinó su vida política.

–¿Sabía que le iba a tocar desempatar esa noche?
–No, pensábamos que había una diferencia de cinco votos. Se fue desarrollando la votación, el único ausente era (Emilio) Rached, que me había dicho “si yo vengo, voto a favor, si no, no vengo”. Cuando él faltaba ya se aproximaba la posibilidad de desempate y se confirmó con su llegada. Va a mi oficina y le dice a mis colaboradores que iba a votar en contra.

–El momento menos querido por usted…
–Estaba contra la pared. A partir de ahí comenzó un desfile de gente que quería hablar conmigo y de llamados. El único que atiendo es de Alberto Fernández. Había cinco proyectos y eran modificaciones mínimas las que podían llevarse a cabo, pero no pudo ser. Le digo mi postura: “Esto no puede ser, que el vicepresidente deba desempatar en una situación como esta, que se puede acomodar fácilmente”. Él me dice: “Vos votá acompañando y la Presidenta los recibe mañana a las 8”. Le digo que hagamos cuarto intermedio. Pampuro me dice que trate de estirar para él convencer al bloque. Él se quiso retirar para que yo no desempatara, aunque perdiéramos, pero no lo dejaron tampoco.

­–A pesar de que el reglamento dice que el vicepresidente sólo debe emitir su voto, da un discurso para justificarlo ¿por qué?
–Es muy raro que tenga que desempatar un vicepresidente. Yo no tenía un discurso preparado. Se nota cuando digo “mi voto no es positivo” y aclaro que fue en contra. Es rara la expresión, todos me preguntan si fue pensada, si me la sugirió alguien, la verdad es que no me la sugirió nadie, ni la había pensado.

–¿En 10 años nunca se arrepintió?
–No, creo que menos mal que tomé esa decisión, me parece que no había mucho margen y todos lo sabían, y con el tiempo lo van reconociendo.

–Pero fue una pelea entre dos sectores con mucho poder…
–Lo que pasa es que el campo logró el apoyo de la ciudadanía porque convengamos que no es la mayoría, pero en este caso está muy arraigado a nuestras costumbres, y cuando una sociedad ve un poder fuerte como el Gobierno siempre se inclina por el más débil.

–En su discurso dijo que era uno de los peores momentos de su vida…
–No, después vendría lo peor. Había que tener cuero duro. Fue complicado mantener la relación, pero no quería darles el gusto de irme porque yo entendía que en ese momento una renuncia no iba a ser bien vista por la sociedad ni me correspondía, yo estaba por un período y tenía que asumir ese mandato, pero hubo presiones todos los días hasta el último. No se lo deseo a nadie.

–Pero esas presiones también tuvieron su otro costado, pasó de ser odiado a ser amado en el radicalismo…
–Es parte de la historia. Me acuerdo que me levantaron la sanción, yo pedí que lo hicieran a los que nos habían expulsado. Después obligué a nuestro sector a que conformara de vuelta el radicalismo.

–¿No se arrepiente de la caravana posterior? Fue como un lanzamiento presidencial…
–Nunca me imaginé que iba a ocurrir. Lo que pasa es que voy a mi casa, me tomo una pastilla y no alcanzo a dormir media hora que siento bocinazos, ruidos. Pensé que la única oportunidad era volvernos a Mendoza, pero si iba a Aeroparque iba a ser un lío, si pedía un avión no me lo iban a dar, entonces pensé ir a Chacabuco, al pueblo de mi mamá. Pero se enteraron, no pude ni entrar. La verdad es que me sentía incómodo cuando me paraban, yo no quería saludar, no me sentía bien, pero la gente cortaba la ruta, así que no tenía más remedio.

–¿Un héroe que no quería ser héroe?
–Claro, porque me sentía incómodo, sabía la situación que estaba viviendo.

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