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Generación Ni-Ni y Servicio Cívico Voluntario: ¿solución o maquillaje?

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Pobres nuestros chicos, pobres de ellos. Como profesional de la salud, pero más aún como padre que soy, me preocupa y me duelen estos debates circulares que no conducen a ningún lado.

En septiembre comenzará una prueba piloto de una modalidad de Servicio Cívico Voluntario en Valores para jóvenes de entre 16 y 20 años que ni estudian ni trabajan. El foco estará puesto en la capacitación y formación de oficios sin darles instrucción militar. No obstante, los escenarios donde se desarrollarán serán instalaciones militares y las capacitaciones en principio estarán a cargo de personal de las fuerzas, Gendarmería específicamente.

El problema no es que exista un servicio cívico voluntario. El problema es que esta instancia sea pensada como alternativa o respuesta a la problemática de los Ni-Ni (ni estudian ni trabajan). Chicos a punto de caerse del sistema si es que ya no lo hicieron por ausencia del Estado o inoperancia y/o abandono, o imposibilidad de los padres. Y ahí se quedan, detenidos en el pasaje de la adolescencia a la adultez.

En mi humilde opinión, a partir de mis 32 años de experiencia en el ámbito profesional con jóvenes, de ninguna manera se trata de militarizar a los chicos, encuadrándolos dentro de un sistema que contemple la presencia de alguna estructura de las Fuerzas armadas.

Pongo en claro el cuadro de situación según mi criterio. El crecer asusta, lo que hay más allá de la infancia y adolescencia es una opción poco atractiva, que atemoriza y representa un vacío enorme. Como respuesta e intento (fallido) de enfrentar esto, los chicos gestionan muletas para animarse a crecer: la tecnología como anestésico y el consumo de alcohol y de drogas.

Los adultos, en lugar de ofrecer alternativas saludables para el crecer, no sólo habilitamos estas instancias desde la resignación y la naturalización sino que ponemos una “ortopedia” transformándonos en pares y no en padres de nuestros hijos. Como cuerpo social estamos en deuda con ellos.

Si no revisamos esto, la cantidad de jóvenes Ni-Ni crecerá cada vez más, y el Estado no aparece o si lo hace es con propuestas como esta que nada tienen que ver con el problema de fondo o con el origen del mismo.

La militarización de la educación no es de ninguna forma la solución. Ni el servicio cívico voluntario y mucho menos el servicio militar obligatorio como todavía siguen proponiendo algunos sectores de nuestra sociedad.

Me entristece y me preocupa oír a nuestra ministra de seguridad defenestrando a la educación pública. Hace pocos días viví uno de los momentos más emotivos de mi historia como padre. Mi hijo mayor, de 25 años, egresó como Diseñador Gráfico de la UBA. Me provoca triple orgullo, por ser su padre, por lo maravilloso tipo que es y por haber elegido esa institución para su formación, en la que dicho sea de paso yo me gradué hace casi 33 años con diploma de honor. Y el honor es haber podido habitar esa casa de estudios.

La Gendarmería no se forma para la educación y los educadores no lo hacen para la tarea de seguridad. Zapatero a tus zapatos. Los docentes no custodian fronteras, los gendarmes no educan chicos. Me preocupa lo solos que dejamos a nuestros chicos, muy solos.

No precisan gendarmes que los eduquen y les enseñen civilidad. ¡Qué paradoja! Precisan proyectos que los apasionen, adultos que les muestren que crecer puede ser maravilloso.

Y es preciso que los padres puedan recibir educación e instrucciones para acompañar a los hijos en el camino del creer. Educar sencillamente a los padres para que recuperen el control de la crianza. Servicio cívico para los jóvenes no, Escuela para Padres sí, desde que los niños son pequeños para que la crianza no se vaya de las manos.

Sufren orfandades varias, padecen de un estado negligente y ausente en muchos casos, de padres amorosamente tibios o ausentes en otros. Padres que naturalizan lo innaturalizable, negocian lo innegociable y para evitar el conflicto con los hijos, delegan. Desde el amor, desde las mejores intenciones en muchos casos, delegan.

Todo este triste debate me recuerda a la madre de un paciente, hace años, que amenazaba a su hijo de 7 años diciéndole: “Si no me escuchás y no me hacés caso vamos con el policía y él te va a decir lo que te va a pasar”. Y llegó al extremo de subirlo al auto y llevarlo hasta la puerta de la comisaría. El niño, aterrorizado, obedeció.

Esta madre, despojada de toda autoridad en su rol pedía a agentes externos que impusieran la ley. No es ese es el camino, claramente. No es esa la ley que precisan los chicos, no es policía o gendarmes, son padres los que tienen que cumplir esa función.

Las causas de la emergencia de la Generación Ni-Ni son múltiples:

✔️Ausencia de proyectos vitales como consecuencia de una mirada empobrecida del mundo adulto.

✔️Mundo virtual que empobrece los vínculos en el afuera

✔️Estado ausente o con propuestas equivocas y sin diagnósticos acertados de situación.

Debemos diferenciar dos escenarios en esta cuestión: por un lado están los jóvenes de clase media que pudiendo elegir no eligen bajo el sobreamparo de sus padres; y por el otro, los que están excluidos del sistema por ausencia o imposibilidad de los padres, por omisión del Estado y por falta de oportunidades.

En esos casos, es imposible rescatar el amparo que no han tenido, pero es menester que todos como cuerpo social (y esto incluye al Estado) demos respuesta y suplamos porque los chicos NUNCA son responsables ni culpables de las omisiones y orfandades que han sufrido.

Es sencillo, los jóvenes están agazapados esperando que alguien les tire un centro para poder cabecear en el juego de la vida.

No nos olvidemos de lo esencial, estos chicos de 16 o 17 años, con el rumbo adecuado tienen su caudal intacto. Millones de jóvenes invisibles podrían volverse visibles cuando la mano y la mirada de un adulto vuelven a creer en ellos.

Hace 23 años tuve la fortuna de ser parte de un equipo técnico dentro de un proyecto en un barrio del conurbano bonaerense. Una referente barrial, un programa de radio, un campeonato de fútbol y un convenio con parque industrial.

En poco tiempo, 150 chicos en situación de vulnerabilidad formaban parte del programa y recalculaban el rumbo de su vida en un marco saludable y dentro de un proyecto del que eran parte. Dejaron de ser los Nadie de Galeano, así de sencillo así de complejo. Es sencillo, lo digo con humildad, es sencillo.

Trabajando en bloque los diferentes sectores del cuerpo social debemos:

✔️Crear una escuela para padres desde que los niños son pequeños, esto evitará muchos de los males de época en relación a nuestros jóvenes. ¿De qué se trata? De sistematizar encuentros de padres en las instituciones coordinados por profesionales capacitados en orientación a familias que puedan guiarlos en aspectos esenciales de la crianza desde los primeros años

✔️Reformular el sistema educativo para que logre generar entusiasmo en los jóvenes y no letargo y monotonía.

✔️Proponer instancias a nuestros chicos para que puedan encontrar anclajes saludables en el camino del crecer.

Por favor hagamos foco, no repitamos viejos errores, los gendarmes ocupándose de la seguridad, los docentes en las aulas y los padres acompañando a nuestros hijos.

Los chicos nos precisan, cuidémoslos, por favor, es urgente.

*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres.

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