Así, Tablado sale, con 43 años de edad, un hombre libre con su tiempo cumplido. Se le practicaron pericias psiquiátricas, con resultados contradictorios: por un lado, los expertos aseguraron que “no presenta trastornos psicóticos ni psico-orgánicos” y que “sus facultades mentales encuadran dentro de la normalidad”.
Por otro lado, los especialistas recomendaron que por el momento no se vincule con sus hijas.
Sin embargo, en 2004, un estudio de la Asesoría Pericial de San Isidro hecho ocho años después de la condena original devolvió conclusiones lapidarias para el femicida. El análisis habló de “rasgos psicopáticos y trastorno antisocial de la personalidad” que son considerados incurables por la psiquiatría contemporánea.
Edgardo Alo, padre de Carolina, se presentó ayer en la Justicia para pedir una restricción perimetral contra Tablado para proteger a él y a su familia. Fue el crítico más vehemente de la salida del femicida de su hija. “Estoy en la oficina del juez de ejecución penal, es el que tiene la causa, estoy esperando encontrarme con él, en este momento no se encuentra. Voy a esperarlo para que me diga cuáles son los argumentos para aminorar la pena, no cumplió con la ley de avisarnos de la decisión, me enteré por terceros”, dijo en el día que se confirmaba la salida de Tablado de prisión.
“Nunca tuve señales de esto. Lo han hecho todo bajo cuerda en silencio absoluto para que esté solapado, de acuerdo a lo que digan voy a accionar por medio de abogados para apelar. Creo que están diciendo que hay muertes anunciadas, los jueces que saquen la basura a la calle tendrán que ver las consecuencias”, continuó Alo.
A lo largo de sus años en la cárcel -está tras las rejas del Servcio Penitenciario Bonaerense desde septiembre de 1996-, Tablado tuvo mayormente buena conducta, alojado en un pabellón evangelista en el penal de Campana, donde cursó estudios. “Se dedica a la religión”, asegura alguien que conoce su encierro.
En sus charlas íntimas, Tablado le expresó su deseo de retirarse a una isla del Tigre a su padre, Miguel, para pescar en el río y ser olvidado.
Mientras dejaba el penal, un preso que también se retiraba en una salida transitoria remarcaba: “Bocha de años adentro, nunca lo conocí”. Las parejas de detenidos que salían de la visita en el lugar le tomaban fotos, curiosas. Su madre no estuvo para buscarlo. “Solo ustedes vinieron”, bromeaba un guardia a los periodistas.
Finalmente, poco después de las 12, lo encontró una tía, que se lo llevó en una camioneta Ford Ecosport azul conducida por un hombre. “Fabi, vamos”, le dijo.
Al salir, con la capucha de su buzo en la cabeza, declaró a los medios en el lugar: “Siempre me pregunto por qué la maté”. Poco después, la Ecosport frenó en una estación de servicio. Una pareja de adultos mayores que esperaba se subió al asiento trasero para rodear al femicida. Entre ellos estaba su padre, Miguel Ángel.