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El intendente de Epuyén contó las secuelas del brote

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Antonio Reato explica a Página 12 cómo enfrenta el pueblo el encierro que provocó el hantavirus. La discriminación que sufren, la solidaridad y las necesidades ante la convicción de “volver a empezar”.

“Cómo arrancar el motor de vuelta después de esto”, dice el intendente de Epuyén, Antonio Reato, más como quien piensa en voz al alta que preguntando de verdad. Está convencido de que “va a pasar, esto se va a terminar en poco tiempo más y vamos a volver a ser la comunidad que éramos”, pero no se engaña: sabe que todavía falta. Hoy, agrega de mañana, desde su despacho, mientras por la ventana entra aire de verano cordillerano algo fresco, mientras los pobladores que pasan miran si está y lo saludan, mientras empieza el año de su último mandato (“el tercero y  ya basta”), Reato dice que “hay una situación rara”. La ventana da a la ruta y por la ruta no pasa nadie. Apenas un auto cada tanto. El intendente Reato explica: “Hoy debería estar lleno de gente en esa entrada (en referencia a uno de los accesos al pueblo). No hay nadie, como no hay nadie en ningún negocio, en ningún lado. Y hoy tratamos de recolectar los residuos, enterramos los que se nos mueren y después vemos”. No es sólo la tristeza. Para un pueblo en el que gran parte de los habitantes espera los meses de verano para recibir turistas y ahorrar dinero con el que vivir el resto del año, esta soledad de enero –con las cancelaciones de reservas y de eventos como la Fiesta del Artesano– es devastadora. Pero hay más.

–Hay una señora que todos los meses, una vez por mes, va a la peluquería en un pueblo cercano. Le dijeron que no, que este mes no vaya. Mi hija tenía unos trabajos que hacer con gente, profesionales, biólogos, ella trabaja en Conicet, pero si iba ella dos biólogos no iban. Y Vive en Trevelín, ni siquiera acá, pero como saben que es de acá… También hay odontólogos que avisaron que por ahora van a dejar de atender a la gente de Epuyén. Está habiendo esa discriminación. Creo que esta gente de los pueblos de alrededor que toma esas decisiones o discrimina de esta manera no se da cuenta que le puede estar pasando esto en cualquier momento. Son vecinos, somos todos endémicos de este problema. Todas las localidades de acá alrededor, desde Junín de los Andes, San Martín, hasta Corcovado, más al sur todavía, es una zona endémica de hantavirus.

–¿Hay lazos sociales que ahora están complicados a raíz de esto?

–Va a haber un Epuyén de antes y otro de después del hantavirus. Hay lazos sociales que cambiaron. Quizás el que estaba mal con un grupo, con alguna gente hoy dice “mirá vos cómo trabaja y colabora para que el pueblo esté bien”. Por ahí estabas con un grupo de gente que pensabas que eran de meterse y darle para adelante, pero desapareció. Entonces ese grupo de gente o algunos que parecían muy comprometidos, cuando las papas queman, están con certificados (para excusarse de trabajar). Cuando las papas queman, te das cuenta de los valores de cada uno. No tiene por qué todo el mundo estar comprometido con algo que es hasta peligroso. Queda para reevaluar algunas cosas. En general el balance es bastante positivo. No creo que tengamos que juzgar mucho o tratar despectivamente a aquellos que no se lo han bancado o que la misma manera de ser los hizo ponerse mal en esta situación. Cada uno es como es. Esto es algo muy difícil, y lo estamos sobrellevando muy bien a pesar de todo y vamos a salir en muy poco tiempo más. Es una comunidad muy fuerte.

En Epuyén muchas veces la información circula por whatsapp, pero la desinformación también. Corre a veces más rápido que otro virus, y genera impactos tan fuertes que, por ejemplo, distintos grupos de vecinos reclamaron a la intendencia y los equipos que están trabajando para controlar el brote que organizara reuniones públicas para compartir información. Se hicieron: dentro del gimnasio municipal, fuera del gimnasio municipal, en alguna plaza. A veces, algún vecino se enojó, porque esperan “la respuesta mágica: que alguien les diga ‘esto se acabó acá’, ‘tenemos tal remedio’, pero a veces aunque querés que te esclarezcan todo, no está todo claro”. Reato entiende esas reacciones, y agrega que hay que entender, que en el pueblo también sucede que “hay mucha gente que no pudo hacer el duelo”.

–Ni siquiera a los últimos (fallecidos) los pudimos despedir en un velatorio porque cerramos la sala velatoria.

–¿Hay una sola? 

–Sí, una sola. Y tuvieron que pasar de largo e ir derecho al cementerio. Fue por una cuestión de tranquilidad de la gente, porque hay gente que quiere acompañar, dice “cómo no voy a ir al entierro de tal persona, al velorio”. Porque somos todos conocidos. Todos tienen cara, para nosotros son gente que sabes quién es y compartiste un montón de cosas. Por alguna razón, en una fiesta, en una escuela, lo acompañaste en un lado, fuiste compañero de trabajo. Todos tienen cara, nombre y apellido. Entonces vas. Y cuando vas al velorio terminas quizás perjudicándote y perjudicando a tu entorno. Entonces, buscamos desde la intendencia que no tengan obligación de ir. Decidimos que se cierre la sala velatoria, por lo menos hasta que se declare la finalización del brote oficialmente.

–¿Qué respuestas recibió cuando se dictó la resolución de suspender reuniones públicas y privadas en lugares cerrados?

–Creo que la gente estaba esperando una medida de este tipo, que los proteja en cierta manera. Si bien para el área de Salud esa medida fue exagerada, la gente lo tomó bien, pareció razonable por la gente cómo estaba. Creo que a nadie le molestó, todo lo contrario.

–Fue una decisión fuerte.

–Es que ya no teníamos nada por perder. Nos cuidamos mucho hasta ahí porque decíamos “ya termina, ya termina, ya termina” y no terminaba nunca. Entonces dijimos basta. En Epuyén ya la temporada se perdió, ya perdimos muchos vecinos, muchos amigos, cortemos con esto de una vez por todas porque sino va a ser demasiado largo. Hasta hoy pareciera exagerada, que tenemos el municipio vacío, hay lugares a los que no concurre gente, le pedimos a las iglesias que no se junten, que no se reúnan.

–¿Eso tampoco fue difícil?

–No, no. Hay gente que al toque comenzó a usar barbijo en los comercios. Yo al día siguiente fui a comercios y ya los que te vendían estaban con barbijo. La gente estaba preocupada y quería cuidarse. Y esto no le vino mal para nada, sí es cierto que los comerciantes hoy están perdiendo mucha plata porque hasta nos cuesta que entren los proveedores a veces. No entran.

–¿Qué va a pasar con las clases en el pueblo? 

–Hay una de las escuelas que debería empezar el 28 de enero pero eso se suspendió con la resolución. Primero lo suspendimos nosotros y después acompañó la medida el ministerio de Educación, que resolvió lo mismo para el resto de las escuelas de la zona, que son de la provincia. Son escuelas alejadas y como el clima en invierno acá es complicado, son clases de período de verano. El ciclo de vacaciones largas es en invierno.

–Y no tienen fecha de comienzo las clases todavía.

–Sin fecha todavía. La fecha era el 28, nuestra resolución es por 40 días. Supongamos que cuando se cumplan esos 40 días sí está más controlada la situación, entonces charlaremos nuevamente con Educación y veremos si empiezan.

–¿Hasta cuándo sigue el control policial para que se cumpla el aislamiento en los casos en que fue indicado?

–No lo tengo muy claro. Es una medida que arregló el ministro de Salud (provincial) con el juez y el ministro de Gobierno, que tiene potestad sobre la policía. Para algunos vecinos es un poco chocante. Se sienten como que son delincuentes y no han hecho nada malo. Ahora, es importante que cumplan con el aislamiento. Es la única vacuna que tenemos. La única vacuna es el aislamiento.

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