La histeria mostrada por los grandes diarios y algunas organizaciones periodísticas sólo se explica como defensa del procesado Daniel Santoro. Sucede que en el caso de Cifuentes, dueño de la empresa de servicios petroleros, OPS, Santoro aparece involucrado –según la mirada del juez– en la extorsión protagonizada por D’Alessio. El falso abogado le pedía 1.200.000 dólares a Cifuentes para “arreglarle” su situación en la Afip y en la quiebra de su empresa y le dijo: “¿no querés pagar? Mirá Animales Sueltos esta noche”. Las grabaciones que están en la causa demuestran que Santoro salió al aire dos veces, en dos días consecutivos, en el programa Animales Sueltos mencionando la sigla OPS, la empresa de Cifuentes. El periodista en realidad hablaba de la constructora del departamento que falsamente se le atribuyó a Lula en Brasil. En la indagatoria, Santoro dijo que se equivocó, que quería mencionar la empresa brasileña OAS, pero que en un programa en vivo “uno se equivoca”. También Santoro erró con una cifra y justito mencionó 1.200.000 dólares, el dinero que estaba exigiendo D’Alessio, y no de los 650.000 dólares en los que Clarín valuó el departamento de Lula ese mismo día. Al juez Ramos Padilla las explicaciones de Santoro le parecieron carentes de solidez y lo procesó.

Pero el informe de la CPM no se ocupó para nada de calificar o de evaluar a los periodistas ni de señalar si alguno incurrió en un delito. La CPM se limitó a analizar lo que se encontró en la casa de un detenido que espió ilegalmente, que extorsionó y que armó operaciones para influir en la opinión pública, direccionándola contra los gobiernos kirchneristas. El juez y el fiscal evaluaron y evaluarán después si hay motivos para imputar. Tal vez lo que molesta es que queda expuesta la conducta de varios periodistas, fanatizados en su alineamiento con el macrismo, y a los que les importó poco recibir el material de dónde sea. La clave, lo decisivo para ellos, fue que sirviera para su cruzada anti-K.