El Instituto Biológico “Dr. Tomás Perón”, un establecimiento dependiente del ministerio de Salud bonaerense y dedicado desde hace más de 50 años a producir medicamentos y vacunas para hospitales públicos, atraviesa por un largo período de desinversión. Ese proceso “debilitó en extremo su capacidad productiva, discontinuando los convenios de producción pública de medicamentos con los municipios, abandonando líneas de producción específicas como por ejemplo de salbutamol e ibuprofeno de uso pediátrico, y dejando de comprar insumos básicos”, denunció un informe del Instituto de Estudios en Salud de ATE Argentina.
El “Biológico”, tal como se lo denomina en La Plata, produce en la actualidad unos 40 millones de unidades de medicamentos, aunque tiene una capacidad instalada como para elevar esa cifra hasta los 200 millones . Es considerado un resorte fundamental en el entramado de instituciones dedicadas a la producción pública de medicamentos, e integra una red de laboratorios públicos habilitados por ANMAT que conforman el LIF de Santa Fe, el LEM de Rosario, Hemoderivados de Córdoba, Laboratorios Puntanos de San Luis, PROFARSE de Río Negro, LEMP Nº 2 Buenos Aires, Laboratorios de Fin del Mundo Tierra del Fuego y Ecom Chaco.
De acuerdo al informe que firman Patricia Rivadulla y Daniel Godoy, “se desarrolló un intencionado y persistente proceso de abandono integral del Instituto y sus capacidades; se redujo considerablemente la inversión edilicia y tecnológica; se abandonaron los mantenimientos preventivos –ascensores, sistemas de aire, agua de calidad farmacéutica, áreas calificadas y generadores eléctricos necesarios para mantener las cadenas de frío–; no se previó el deterioro de las cañerías de gas que dejaron sin servicio a todo el sector productivo; las obras de planta iniciadas en la gestión anterior se detuvieron sin llegar a concluirlas; al no haber agua ni gas no se puede esterilizar ni generar agua destilada que es esencial en procesos biológicos y farmacéuticos; las máquinas de la planta de producción no fueron renovadas y varias fueron reparadas por el personal con arreglos momentáneos”.
“El Biológico es un laboratorio clave que está en situación de abandono y desfinanciamiento. Clave tanto por la capacidad de producir medicamentos esenciales para sostener el funcionamiento de programas sanitarios de la provincia como por el rol innovador y de líneas en las cuales históricamente se destacó. La reducción de su capacidad resolutiva es una pérdida para la soberanía y del modelo de desarrollo de la provincia y del país”, señaló Nicolás Kreplak, ex viceministro de Salud de la Nación y titular de la Fundación Soberanía Sanitaria.
La decisión de abandonar el Biológico
En 2017 la gestión de María Eugenia Vidal decidió recortar sus funciones y le quitó la responsabilidad de fiscalizar los alimentos, una tarea que fue destinada al ministerio de Agroindustria. Así “se redujo la planta de personal y el trabajo específico del Instituto, pasando de casi 400 a 270 agentes en la actualidad. Con esa reconversión, se redujo la recaudación para el funcionamiento del mismo, ya que los aranceles de la inscripción de alimentos generaba una partida de alrededor de 12 millones de pesos conocida como Fondo Producido, que era de donde se lograba solventar gran parte los gastos del Instituto”, aseguraron los autores del paper.
En reemplazo de ese fondo, se creó una cuenta SAMO –un mecanismo con el que cuentan los hospitales públicos para facturar a las obras sociales y prepagas las prestaciones que brindan a sus afiliados–, “con la cual se intenta generar algún recurso para lo inmediato, pero las partidas presupuestarias fueron asignadas tardíamente y en tiempos administrativos que dificultaron su ejecución”.
“Cuando llegué al ‘Biológico’ en 2009 junto a Tirso Vázquez nos sentamos en tarros de vaselina vacíos, porque ni sillas había. Ahí dijimos ‘bueno, esto tiene que producir’, y produjo un volumen constante. Ver ahora que no lo mantienen y no se puede sostener me enloquece”, dijo en diálogo con este diario Rivadulla, quien hace días y por decisión de las autoridades del instituto, fue desplazada junto a Vázquez de su cargo por supuestas “incompatibilidades” en sus funciones.
La farmacéutica había ingresado al “Biológico” en el marco de un proyecto de extensión de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, donde es docente en la cátedra de Farmacotecnia. Luego del diagnóstico inicial y de una obra de mejoramiento de la planta financiada por el entonces ministerio de Salud de la Nación, “hasta pudimos desarrollar la producción de productos huérfanos como el EDTA-Cálcico, que hicimos en conjunto con el Laboratorio de Hemoderivados de Córdoba”, recordó Rivadulla.
La producción que podría ser pero fue boicoteada
De acuerdo a la especialista Rivadulla, el potencial del instituto se recorta en el horizonte a través de procesos de asociatividad con otros laboratorios públicos. “El nivel máximo de producción fue entre 2014 y 2015, cuando en combinación con otro laboratorio de producción pública como el LIF de Santa Fe, produjimos glimenclamida –un antidiabético de uso oral– para que ellos se lo vendieran al programa REMEDIAR“, explicó Rivadulla.
La producción en el “Tomas Perón“ se achicó ostensiblemente, ya que las principales líneas tuvieron un 20 por ciento de reducción en el volumen producido en medicamentos para diabetes e hipertensión, al tiempo que el ajuste en la elaboración de vacunas como la antirrábica o la BCG han redundado en faltantes en los vacunatorios públicos.
“La producción de metformina fue parada por la falta de PVC para confeccionar los blisters, que acaba de entrar esta semana y alcanzará hasta fin de mes para proveer al programa de diabetes del ministerio”, confió una fuente del instituto.
Según Diego Torino, quien entre 2012 y 2015 se desempeñó como director de Patologías Prevalentes de la cartera sanitaria provincial, el “Biológico” producía la metformina destinada al Programa de Diabetes de Buenos Aires (PRODIABA), desde el cual “teníamos el seguimiento nominalizado de 110 mil ciudadanos y a les garantizábamos la provisión”.
“Llegábamos al tratamiento oportuno, desaparecieron los reclamos por este insumo, se ahorró significativamente ya que la producción se calculaba en un 10 por ciento del costo de la compra y se generó trabajo para los compañeros de sectores que estaban inactivos”, redondeó Torino.
A fines de julio, y en un golpe de efecto promocional que le trajo numerosas críticas, Vidal introdujo la problemática del cáncer en la campaña electoral al anunciar que el laboratorio comenzaría a producir medicamentos para atenuar el dolor causado por esa enfermedad. Sin embargo, para los autores del documento, “el marketing político que se hizo con la producción de tramadol es ficticio pues en realidad no garantiza la provisión de este medicamento a los hospitales, ya que solo se compró materia prima para el desarrollo y un lote piloto, con lo cual los hospitales no podrán tener este medicamento hasta la ejecución del presupuesto 2020”.
Junto al incremento de precios de los medicamentos de más del 100 por ciento en un año, según la última medición del INDEC, se produjo “una reducción en las coberturas de la seguridad social y al desmantelamiento de los programas públicos de provisión de medicamentos, lo que generó una dificultad severa y creciente en su acceso”, indica el documento.
Frente a ese aumento durante toda la gestión de Cambiemos, el rol de los laboratorios estatales es central para asegurar el acceso a los medicamentos. “En el sector público hay dos situaciones que conviven en detrimento del acceso al medicamento: en los hospitales y las Unidades Sanitarias no existe disponibilidad de medicamentos ante los requerimientos de los pacientes, y el último programa de abastecimiento público de medicamentos, el REMEDIAR, fue desmantelado severamente en el marco de la Cobertura Universal de Salud (CUS). El Estado nacional se desentiende de esta función y descargó el impacto en las provincias y los municipios, sin las correspondientes transferencias de fondos”, concluyó el Instituto de Estudios en Salud.
El 3 de marzo de 2020 comenzó la pandemia en la Argentina. El 7, falleció Guillermo Gómez, la primera víctima de COVID-19. Aquí, diez casos emblemáticos que narran cómo se esparció el dolor por el país
Nos acostumbramos a demasiadas cosas. Nos acostumbramos a convivir, desde hace un año, con un reporte diario de las cifras de la pandemia. Nos acostumbramos a esa palabra, “pandemia”, y también a medirla en números, porque ponerles nombre es demasiado doloroso. ¿Cómo naturalizar la crueldad de no poder despedir a nuestros muertos, de hijos viendo morir a sus padres a través de una ventana o un teléfono, de familias sin derecho a velar a los que amaron?
Casi 53.000 personas murieron en la Argentina por coronavirus, la mayoría tenía más de 60 años y patologías previas. Recordar hoy algunas de sus historias es un intento de darles esa despedida que tantos no pudieron tener. Una forma de duelo colectivo que nos permita honrarlos para seguir adelante.
Guillermo Abel Gómez, el primer muerto por COVID-19 en el país
El primero en morir fue un sobreviviente
Las tragedias de las personas, como las de los países, a veces se superponen de la manera más dolorosa. La primera de las víctimas de COVID-19 en la Argentina fue un militante político y social que pasó su vida en el exilio después de ser secuestrado y torturado por la Triple A. Guillermo Abel Gómez murió el 7 de marzo de 2020.
Hacía solo seis años que había regresado de Francia junto a su mujer, Nelly. Pero allí quedó su hija María Eugenia, a la que visitaron el verano pasado cuando todavía se sabía poco y nada de la pandemia. No era un viaje más: habían ido a conocer a su nieta. Volvieron el 25 de febrero. Los síntomas comenzaron dos días después: fiebre y dolor de garganta.
En los 70, Guillermo trabajaba como recolector de basura y militaba en el Movimiento Villero Peronista en las villas de emergencia de Soldati cuando él y su compañera embarazada fueron secuestrados. Lograron escapar a Europa antes de la dictadura militar con la ayuda de curas que conocían del barrio. Su hija nació en París. Pero las cosas allá tampoco fueron fáciles: Guillermo consiguió un puesto de lavacopas y, más tarde, como ordenanza en un organismo público francés en donde con el tiempo lo eligieron delegado. También fue parte de los grupos que denunciaban la desaparición de personas en la Argentina. Nunca dejó de extrañar su patria.
Hace cinco años, pudo por fin instalarse con Nelly en un PH en San Telmo. La lucha de toda una vida le había dejado secuelas en el cuerpo: era diabético, hipertenso y tenía insuficiencia renal. Un viejo compañero de militancia fue el que lo cargó en un taxi y lo llevó al hospital Argerich porque la ambulancia no llegaba. Se habían reencontrado en 2019. Dicen que era “un gordo querible y solidario, sencillo, vehemente, capaz, calentón y un extraordinario contador de anécdotas”.
No estuvo aislado, sino en una unidad coronaria: recién en la autopsia se determinó la causa de su muerte. Guillermo tuvo al menos esa suerte frente a los muertos de Covid que le seguirían: no murió solo.
Eric Luciano Torales con el barbijo puesto al volver de Miami, foto de sus redes sociales.
Luis: del festejo a la fatalidad
El miedo y la necesidad de encontrar explicaciones, certezas y culpables a toda costa nos hicieron señalar con el dedo a familias que ya estaban atravesadas por el desconsuelo. Luis María Suárez murió el 1 de abril de 2020. Tenía 78 años y era diabético e hipertenso. Dos semanas antes había podido reunir a todo el clan para la fiesta de 15 de su nieta en un salón de La Reja. Otro de sus nietos, Eric Luciano Torales, de 24 años, había vuelto de Miami el día anterior y, pese a que un decreto presidencial ya señalaba la obligatoriedad de aislarse durante 14 días al llegar del exterior, no quiso perderse el cumpleaños de su prima.
Torales, que es empleado bancario, ingresó con síntomas de coronavirus en la Clínica Adventista de Belgrano al día siguiente. Había estado bailando y conversando con varios de los cien invitados al festejo. Se cree que así fue como infectó a una docena de personas, entre ellos el disc-jockey, la cumpleañera, la madre de Torales y su abuelo Luis María. Suárez fue internado en la Clínica Mariano Moreno el 22 de marzo. “Durante la internación evolucionó desfavorablemente, manifestó distrés respiratorio y requirió asistencia respiratoria mecánica”, informó la Secretaría de Salud de Moreno. Su nieto ya no volvió a verlo. Ni siquiera pudo despedirlo ni ir a su entierro. Fue procesado por el juez Néstor Barral como “autor penalmente responsable del delito de propagación de enfermedad peligrosa y contagiosa culposa agravada por el resultado de enfermedad y muerte”. Y juzgado con crueldad por la opinión pública; convertido en un símbolo de la letalidad de la imprudencia, tuvo que cerrar todas sus redes sociales por el aluvión de críticas. Su pecado nos hubiera parecido absurdo en cualquier otro contexto: no faltar a una fiesta familiar.
Liliana del Carmen Ruiz tenía 52 años, un marido y dos hijos. Contrajo dengue y luego le diagnosticaron Covid-19. Murió a causa de una insuficiencia respiratoria
Liliana, la médica humilde que trabajó hasta el final
Fue la primera médica en contagiarse en el país, y el primer caso en La Rioja. Liliana del Carmen Ruiz era una mujer humilde que había superado lo inimaginable para llegar a ejercer su profesión. Tenía 52 años, estaba casada, era madre de dos hijos y pediatra. De origen humilde, su padre era panadero y su madre una empleada doméstica que murió de cáncer cuando ella tenía solo 12 años.
Su hija menor, Sofía, contó en un posteo en Facebook que su mamá creció jugando con muñecas de trapo: en su casa no había dinero, “pero sí mucho amor y pan calentito”. Se fue a estudiar medicina a Córdoba cuando terminó la secundaria: vivió de pensión en pensión y “tomando sopa todas las noches para no gastar”.
Con 20 años y en plena cursada, recibió un diagnóstico que puso en pausa su carrera: cáncer de cuello de útero. Pero salió adelante y se recibió. A los 33, ya casada con el padre de sus hijos, la salud volvió a jugarle una mala pasada: se enteró de que tenía artritis reumatoidea y celiaquía. Sin embargo, ni el dolor crónico pudo quitarle la entrega por sus pequeños pacientes. “Se acordaba de todos –recordó Sofía–. Estoy segura de que a un tercio de ellos los atendió gratis. No le importaba: sabía lo que era estar del lado de quien no tiene nada”.
Hasta el 20 de marzo del año último repartió sus consultas entre el Hospital Vera Barros y la Clínica Mercado de La Rioja. Allí la internaron ese día por problemas respiratorios. Los primeros estudios indicaron dengue. Cuando el hisopado de coronavirus dio positivo, fue una sorpresa: no había viajado al exterior ni podía identificar en qué momento había estado en contacto con personas contagiadas. Fue la primera en morir de Covid-19 en su provincia, el 31 de marzo de 2020. Su hija contó el desgarro de un duelo que con el tiempo y los muertos llegamos a normalizar: nadie pudo estar ahí para rezar por ella, para sostener su mano, ni para darle un beso. Cientos, en cambio, honraron en las redes la memoria de esa mujer que había puesto la misión de curar niños incluso por encima de su propia salud.
Alicia Iriarte, de 34 años, junto a su hija, fallecida por Covid-19. Tenía patologías preexistentes: parálisis cerebral y EPOC
Rosario: demasiado pronto
Y llegó un día en que supimos que el virus también podía ser impiadoso con los más chicos. El 12 de junio de 2020 el COVID-19 se cobró a la más inocente de sus víctimas en la Argentina. Rosario Zamudio tenía 8 años y su mamá tampoco pudo sostener su mano chiquita en el minuto final. Alicia Iriarte, una madre soltera de 23 años, se despidió de su hija con un beso el 11 de junio por la noche. Le dijo “te amo” y le acarició la cara. Estaban, las dos, en la fría sala de terapia intensiva del sanatorio Nuestra Señora del Rosario de San Salvador de Jujuy. Una hora atrás había llegado el resultado del test de coronavirus: era positiva. El protocolo indicaba que debía ser trasladada al Hospital Materno Infantil de la ciudad, y Alicia pensó que en unos días volverían a estar juntas. Rosario murió el domingo 12 a las seis de la tarde. Su mamá nunca más la vio. Ni viva, ni muerta.
Alicia, gendarme y hasta hace poco en pareja con Andrea (“la segunda mamá de Rosario”), le contó a Infobae entonces que su hija “tenía una patología preexistente. Había nacido prematura, a los ocho meses del embarazo, con parálisis cerebral y EPOC”. Su papá le dió el apellido, y eso fue todo lo que hizo. Alicia se hizo cargo de todo. “¡No sabés lo que luchó mi hija por vivir! Por cómo había nacido, no le daban ni dos semanas de vida. Le hablabas y ella se conectaba, se sonreía. La peleó hasta lo último. Siempre fuimos muy fuertes porque estábamos juntas. Nunca nos separamos: en las internaciones, donde ella estaba, yo también. Fue muy amada, muy querida por su familia y todos quienes la conocieron”.
Alicia trató de darle la mejor vida: “Siempre quisimos que la pase bien. Aunque era como una bebé grande, que no caminaba y estaba en la cama o en su sillón, bailaba. Con todo, tuvimos buenos momentos. Pude llevarla a un cine, a un parque, le encantaba la calesita. Ella no jugaba, no hablaba, pero tuve una hija maravillosa”.
Rosario fue internada un viernes por una obstrucción respiratoria por una bacteria que ya le había colonizado los pulmones. Al día siguiente, sin embargo, llegó el resultado del hisopado positivo de coronavirus. Alicia fue separada de su hija y solo obtuvo noticias por teléfono. Tres partes lacónicos y definitivos. El de la mañana decía que estaba estable. El del mediodía, como un mazazo, “que se preparara para lo peor”. Y el de las siete de la tarde, que había fallecido. “Yo no la podía ver. No me dejaron ni acercarme para vestirla”, relató quebrada. Logró finalmente, que le concedieran un derecho básico: “Me autorizaron a esperar su féretro a la salida de la morgue. Pude tocar el cajón, que tenía una funda, y decirle que la amaba. Lo único que quería era despedirme”.
Ramona Medina tenía 42 años y era paciente diabética, insulino-dependiente
Ramona, la referente
Ramona Medina tenía 42 años. Era tucumana y amaba bailar. Se había convertido en una referente barrial de la Villa 31, en donde compartía una casa sin agua con su pareja, sus hijas Maia y Guadalupe (que tiene Síndrome de West y Síndrome de Aicardi, no puede hablar ni comer ni sostener su postura sin ayuda y requiere oxígeno todas las noches) su cuñada de 62 años, su cuñado de 68, su sobrino con problemas cardíacos y su sobrina diabética. El 3 de mayo de 2020, en un video difundido por la organización La Poderosa, denunció la dura realidad de muchas familias como la suya: “Nos piden que nos higienicemos, que nos lavemos las manos, que tengamos mayor cuidado, que nos pongamos tapabocas, que no salgamos a la calle ¿Y con qué lo hacemos si no tenemos agua?”.
Ramona era diabética e insulino dependiente, pero sobre todo tenía miedo por la salud de Guadalupe. Una semana después de su mensaje, fue diagnosticada con coronavirus e internada en grave estado, sedada y conectada a un respirador en la terapia intensiva del Hospital Muñiz. Fuerte como era, murió el 17 de mayo. Aislada, como todos los que mueren por coronavirus, justo ella que había construido una red para que tantos se sintieran menos solos en su vulnerabilidad.
Solo en la Ciudad, 18.593 personas se contagiaron y 295 murieron de COVID-19 en barrios populares desde que comenzó la pandemia según datos del gobierno porteño. Ramona Medina les puso nombre y apellido.
El recuerdo de Gabriel, el florista de Las Cañitas, que murió a los 57 años por COVID-19 (Thomas Khazki)
Gabriel, o la pérdida de lo cotidiano
Gabriel Torranzo vivía y murió en Vicente López, territorio bonaerense. Pero seis veces por semana llenaba de flores su esquina de Las Cañitas. Era el único de su familia que vivía en Buenos Aires, todos los demás seguían en su San Luis natal. Es lo que más les dolió a sus vecinos, que perdieron con él la natural belleza de lo cotidiano: saber que ninguno de sus parientes pudo despedirse de él, ni siquiera su única hija.
Gabriel tenía 57 años y durante tres décadas había vendido flores en Matienzo y Soldado de la Independencia. Era hincha de River y le gustaba hablar con todo el mundo. Su puesto olía a jazmines.
Llegó al Hospital de Vicente López con una neumonía. Ya internado le diagnosticaron coronavirus. Su situación se agravó, estuvo en Terapia Intensiva tres semanas, intubado, hasta que mejoró. Entonces lo extubaron, se despertó varias veces, y parecía que se iba a recuperar. Pero el 30 de junio de 2020 sufrió varios infartos de los que no lo pudieron sacar.
Después de su muerte, los comerciantes y los vecinos de Las Cañitas convirtieron su puesto en un santuario. Cada barrio tuvo este año su Gabriel, el símbolo de esas pérdidas que nos enfrentaron con la realidad de un virus tan capaz de quitarnos el olfato como de robarnos el perfume de lo conocido.
El doctor Juan Lobel es la primera víctima fatal que el coronavirus deja en el SAME. Tenía 47 años, 4 hijos y no poseía antecedentes de otras patologías
Juan: morir en el frente de batalla
Durante la primera etapa de la cuarentena, los médicos eran aplaudidos cada noche y hasta los noticieros hacían una pausa a las 21 en punto para marcar la hora del saludo a los que estaban en la primera línea de batalla. Con el tiempo, el foco se corrió y los homenajes se espaciaron. Pero las sirenas no dejaron de sonar nunca.
Juan Lobel tenía 47 años y cuatro hijos. Fue el primer médico del SAME en morir a causa de la pandemia. Integraba el sistema de atención de emergencias porteño desde octubre de 2017. No tenía patologías previas y había elegido estar ahí donde más lo necesitaban. En junio de 2020 contrajo coronavirus y fue internado en el Sanatorio Güemes de Palermo, donde trabajaba. Murió dos meses más tarde, el 29 de agosto. El domingo 30, sus compañeros hicieron una emotiva despedida en el Obelisco. Con un gran despliegue de ambulancias y un helicóptero sobrevolando la Plaza de la República, los médicos hicieron sonar las sirenas cerca del mediodía. Volvieron entonces los aplausos.
“Es un día difícil para nosotros. Venimos a despedir a un compañero y amigo. Espero que Dios lo tenga en el cielo; era un buen tipo que nos va a seguir acompañando”, dijo el titular del SAME, Alberto Crescenti, que a la vez destacó el trabajo del resto de sus colegas. Recordar a Juan es tener presente la lucha cotidiana de miles de profesionales que siguen en el frente.
Paola de Simone murió mientras dictaba una clase virtual
Paola, la vocación hasta el último minuto
Paola de Simone tenía 46 años y era una reconocida politóloga y profesora de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Murió el 2 de septiembre mientras dictaba una clase virtual. Los minutos previos a su desvanecimiento quedaron registrados y fueron sus alumnos quienes intentaron socorrerla cuando ella les indicó que tenía problemas para respirar.
Apenas unos días antes había contado en su cuenta de Twitter sobre las dificultades del coronavirus: “Está muy complicado. Llevo más de cuatro semanas y los síntomas no se van. Un amigo nuestro está complicado. Mi marido está agotado por trabajar tanto en este momento (médico de terapia y emergencias). Llega a más público y daña más”. Paola estaba casada con Leandro hacía diez años y tenían una hija. Y los cientos de mensajes que inundaron las redes después de su partida dicen que era tal como la refleja ese tuit: una mujer que se preocupaba primero por los demás; el cansancio del hombre que amaba, la salud de su amigo.
Nunca dejó de estudiar. Se había graduado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, tenía un MBA de la Universidad Torcuato Di Tella, y se había especializado en Recursos Humanos. Pero su pasión era la docencia. Era adorada por sus colegas y alumnos de la Universidad de Buenos Aires, de la Di Tella y de la UADE, en donde trabajó durante los últimos quince años.
Los estudiantes que asistían al zoom la acompañaron hasta el final, impotentes desde sus casas. Llegaron a preguntarle cuál era su dirección, para enviarle una ambulancia, pero ella estaba descompensada. Solo atinó a responder: “No puedo”. En uno de los últimos posteos que compartió en las redes se ve un dibujo de ella que hizo su hijita, que la pintó con capa y antifaz, y el puño en alto. Una heroína que vivió su vocación hasta el final.
Mariela Romero tenía 38 años y era mamá primeriza
Mariela no pudo conocer a su hijo
Mariela Romero tenía 38 años y esperaba con ansias la llegada de su primer hijo. Estaba casada con Fredy y el suyo era un embarazo muy buscado. Durante 14 años había trabajado como enfermera en el hospital de Villa Regina, en Río Negro. Aunque la pandemia había cambiado su rutina: para cuidar su embarazo realizaba actividades administrativas desde su casa, en la localidad de General Enrique Godoy.
Faltaba poco para que naciera el bebé cuando contrajo coronavirus. Su marido también se contagió. El 18 de septiembre fue sometida a una cesárea en el hospital donde trabajaba. Lucio nació en buen estado de salud y negativo de COVID-19. Pero el cuadro de su mamá, que sufría de diabetes e hipertensión, se agravó. Sus compañeros denunciaron negligencia, porque pasó varias horas del posoperatorio en una camilla de la guardia, antes de ser trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de General Roca.
Mariela murió el 23 de septiembre de 2020 sin conocer a su hijo. Su marido, que estaba contagiado, tuvo que esperar para encontrarse con Lucio y ni siquiera pudo despedirse de ella en el cementerio. Lo hizo con un posteo en Facebook: “Me dejaste ese bebé hermoso, cuidanos desde el cielo. Te amo con todo mi corazón, hasta siempre mi amor”.
Adriana Cheble (62) y Gustavo Salemme (67) estuvieron juntos 40 años. Ambos médicos cordobeses, contrajeron coronavirus y fallecieron con una semana de diferencia
Gustavo y Adriana: ni la muerte los separó
“Nacieron para estar juntos y se fueron juntos. No podía suceder de otra manera”. El que se lo dijo a Infobae fue Matías, el hijo mayor de Gustavo Salemme (67) y Adriana Cheble (62), el matrimonio de médicos cordobeses que murió de coronavirus con una semana de diferencia. Estaban casados hacía cuarenta años. Él era especialista en Diagnóstico por Imágenes y ella, médica clínica.
Se conocieron cuando eran adolescentes y estudiaron la carrera de Medicina juntos. Hasta trabajaron en el mismo colegio de Córdoba para “bancarse” mientras cursaban: él como secretario y ella como preceptora. Cuando se recibieron, se entregaron por completo a la profesión. Entre otras cosas, fueron a trabajar al Norte para atender el brote de cólera. “Tenían mucha vocación y amor por el prójimo”, contó su hijo, de 37 años, que fue el que los asistió cuando se contagiaron, primero Adriana y, después, Gustavo. La hermana de Matías estaba embarazada y su hermano menor, que vivía con ellos, también se tuvo que aislar. Al día siguiente de que se internaran, pudo verlos por la ventana en el hospital. Después ya no pudo hacerlo nunca más. Su papá entró en terapia intensiva y lo siguió su mamá.
Gustavo murió el 9 de octubre de 2020. Adriana, siete días después, el 16. Se fueron sin cumplir la ilusión de conocer a su primer nieto, el último legado de toda una vida de amor. Un amor que fue más fuerte que la más cruenta de las pandemias mundiales: ni el coronavirus los separó.
La cantidad de vacunas fue confirmada por fuentes oficiales. Es el mayor cargamento recibido hasta hoy. El primer avión de Aerolíneas Argentinas aterrizó este domingo a la tarde.
En un contexto de demoras en el proceso de inmunización en la Argentina y luego del escándalo por la vacunación VIP, este domingo por la tarde llegó desde Rusia el primero de los dos aviones de Aerolíneas Argentinas que el Gobierno envió para traer más vacunas Sputnik V.
Según informaron fuentes oficiales a Clarín, se trata del mayor cargamento recibido hasta ahora de la vacuna rusa: 1,2 millón de dosis entre ambos vuelos. El segundo podría arribar este lunes, aunque aún no se confirmó un horario.
Así, el país llegará a los 4 millones de dosis recibidas desde el inicio del plan de vacunación.
Coronavirus en la Argentina: llegó el primero de los dos vuelos que traen 1,2 millones de dosis de Sputnik V. Foto Rafael Mario Quinteros
“El primer vuelo de Aerolíneas desde Moscú se encuentra camino a nuestro país y estimamos arribo a Ezeiza a las 19:30 horas. En cuanto al segundo, se encuentra en proceso de carga en el aeropuerto de Sheremétievo y apenas termine podremos estimar su hora de llegada”, había escrito en su cuenta de Twitter Pablo Ceriani, presidente de la aerolínea de bandera.
Fuentes oficiales confirmaron a Clarín que entre ambos vuelos traerán cerca de 1,2 millón de dosis, aunque no precisaron cuántas serán del primer y segundo componente. Por lo pronto, el piloto Alejandro Chebar reveló que el primer vuelo embarcó cerca de “500 mil dosis”.
“Vinimos dos aviones con tres horas de diferencia entre uno y el otro; yo vine en el segundo. El primer avión, luego de haber estado 12 horas esperando arriba del avión en el aeropuerto, recibió las dosis prometidas, que son aproximadamente 500.000. Fueron cargadas y ya partió, está en vuelo”, indicó más temprano el piloto desde Rusia, en diálogo con Radio 10.
Sobre el segundo vuelo, del cual es responsable, Chebar señaló que se registraron demoras en la entrega y podría regresar en la madrugada de este lunes.
El primer vuelo de @Aerolineas_AR desde Moscú se encuentra camino a nuestro país y estimamos arribo a Ezeiza a las 19:30hs. En cuanto al segundo, se encuentra en proceso de carga en el aeropuerto de Sheremétievo y apenas termine podremos estimar su hora de llegada.
“La información que tenemos es que llegará dentro unas horas, que estimo sean pocas, la segunda remesa. Estimo que vamos a estar llegando esta noche (por el domingo) o en la madrugada de mañana (lunes)”, completó.
Fuentes de la aerolínea de bandera consultadas por Clarín informaron que aún no tienen confirmado el horario de arribo de este segundo avión.
Este operativo es el quinto que realiza el Gobierno en Rusia, luego de los concretados el 12 de este mes (400 mil dosis), el 24 de diciembre (300 mil), el 16 de enero (300 mil) y el 28 de enero (220 mil).
Así, sumado el nuevo cargamento, la Argentina habrá recibido 2.420.000 dosis de Sputnik V, poco más del 12% de las 20 millones previstas entre enero y febrero en el plan de vacunación que el Gobierno había difundido a fines de enero.
Coronavirus en la Argentina: llegó el primero de los dos vuelos que traen 1,2 millones de dosis de Sputnik V. Foto Rafael Mario Quinteros
Mientras tanto, este domingo por la mañana llegó un lote de 96 mil dosis de la vacuna Sinopharm contra el coronavirus provenientes de Beijing, China, que se suman a las 904 mil que arribaron el pasado jueves.
El vuelo KL701 de Air France que salió de Beijing hizo escala en el aeropuerto de Amsterdam antes de arribar a la Argentina. En esta oportunidad, Air France KLM utilizó un Boeing 777-300W, que tiene mayor espacio para carga, para poder asegurar el embarque de las vacunas.
Según anunció el Gobierno, la llegada de las dosis de Sinopharm permitirá empezar a inmunizar al personal docente en todo el país.
De esta manera, si se tiene en cuenta que las 580.000 dosis de la vacuna contra el coronavirus Covishield, desarrollada por la India con tecnología de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, Argentina llega a los 4 millones de dosis recibidas desde el inicio del plan de vacunación.
Lo dijo Eduardo López. quien admitió un “déficit” de dosis. Y sostuvo que es fundamental inmunizar a más de 7 millones de adultos mayores. Crítica a Axel Kicillof.
El infectólogo Eduardo López, uno de los miembros del comité de expertos que asesora al Gobierno desde el inicio de la pandemia, admitió que no se llegó al número de vacunados prometido para febrero y que, a raíz de ello, advirtió que, de no avanzar con premura en la vacunación, se podría repetir una nueva ola de contagios, como la del invierno pasado.
“Lo que más me preocupa es que no llegamos a vacunar lo que habíamos prometido: 4 millones de dosis en enero de la vacuna Sputnik V y 14 millones en febrero. No han llegado y esto sí que no es bueno”, sostuvo López, en declaraciones a Radio Rivadavia.
“Si usted no vacuna, va a ser lo mismo que el año pasado. Va a llegar el invierno y a empezar a aumentar y una nueva ola. Creo que esto es muy importante”, agregó.
Para el infectólogo es crucial que antes de la llegada del frío se cubra “el target” principal en el que debería focalizarse el plan de vacunación: los mayores de 60 años. “Nuestro objetivo es de 7.400.000 adultos mayores para vacunar, como ideal. antes de que llegue el invierno”, detalló para luego advertir: “Estamos con un déficit de vacunas que tenemos que subsanarlo lo más rápidamente posible“.
La vacunación contra el Covid-19 en la Argentina. Foto: Andrés D’Elia.
López consideró que para evitar una nueva ola de contagios de la magnitud que hubo durante 2020 “tenemos tres meses o cuatro por delante” en los que “si trabajamos fuerte, creo que se puede evitar o por lo menos minimizar”.
“La vacuna, aún con la primera dosis, tiene una eficacia del 71%, tanto la de Astrazeneca como la Sputnik V y además previene la enfermedad grave”. explicó el especialista, pero volvió a enfatizar en su preocupación: “Ahora, si nosotros seguimos corriendo la fecha de arrancar con una vacunación masiva en el adulto mayor, entonces estamos en problemas para ver qué pasa en el mes de mayo o junio”.
Según Lopez, en la actualidad, la pandemia en Argentina muestra cifras de “casos amesetados”. “Ha caído de los 14 mil (contagios) de fin de diciembre, estamos entre los 7 y 8 mil, que es una meseta alta. Y tenemos una mortalidad que tampoco es baja“, remarcó.
En la entrevista radial, el asesor epidemiológico del Gobierno no esquivó referirse a la polémica del Vacunatorio VIP montado en el Ministerio de Salud. “Es un episodio desafortunado y triste”, sostuvo pero estimó que los ciudadanos “lo vieron como un hecho pésimo, pero igual la gente se quiere ir a vacunar, especialmente el adulto mayor, que está muy cansado del distanciamiento social y el aislamiento“.
Una dura crítica a Axel Kicillof
Pero fue cuando a López le consultaron sobre las declaraciones de Axel Kicillof, que sus críticas se encendieron. El gobernador bonaerense había dicho no tener manera de corroborar si los que se dieron la vacuna son o no personal de la salud si mienten en una declaración jurada. “Eso es incorrecto”, cruzó el infectólogo a la pregunta en el programa de Nelson Castro.
El infectólogo Eduardo López
“Hay que tratar de pedirle a los políticos, en general, que no se metan con la ciencia porque siempre pierde la ciencia. Hay una matrícula nacional, tanto para las enfermeras como para los médicos (para chequear los datos). A mí me sorprende que digan eso, es fácil de verificar”, se quejó el experto.