El “testigo T” complicó a Máximo Thomsen, imputado como coautor. El ataque: insultos racistas y puntinazos en la cabeza.
Lo que relata el “testigo T”, es demencial, con un nivel de detalle escalofriante. Narra un crimen, un asesinato a golpes de un joven que no tuvo la mínima posibilidad de defenderse y que, aún tendido en el suelo, ya “como desconectado”, recibía insultos racistas y era liquidado “a puntinazos en la cabeza”.
Luego, en rueda de reconocimiento a la que fue sumado este martes, el “testigo T” señaló a siete de los diez integrantes de la patota de rugbiers, incluido el más complicado de ellos, Máximo Thomsen, “al que más vi golpear”, que “era de contextura grande, de gimnasio… lo vi pegando piñas y patadas solo a Fernando“.
“Al único que vi que le pegaba en la cabeza era al de camisa negra.. esta misma persona flexiona sus rodillas y agarra a Fernando de los pelos, creo que con la mano izquierda y le pega dos o tres patadas más, creo con la pierna derecha, y cuando lo suelta arenga y le decía, ‘cagón, levantate‘”, puede leerse en un documento al que tuvo acceso Clarín.
“Escuché voces que decían ‘negro de mierda‘. Fernando no pegó, solo trataba de defenderse. El de camisa negra le pegó dos puntinazos en la cabeza! Otro de remera blanca y pantalón oscuro también tiraba piñas y patadas”, relató el “testigo T”. En principio, su descripción es coincidente con la imagen de la zapatilla con la que el rugbier le pateó la cabeza a Fernando, que tiene sangre incrustada adelante, en la goma blanca que reviste la suela.
Los rugbiers detenidos son trasladados hacia la comisaría de Pinamar luego de la última rueda de reconocimiento. Foto Maxi Failla
“T” salió por las suyas del boliche “Le Brique”, porque dijo que se sentía incómodo, acalorado. Pero antes de irse vio el alboroto que se había armado en la pista, en el medio de un pogo cuando tocaba el trapero Neo Pistea. Salió y se quedó unos momentos afuera, en la vereda del boliche, y desde allí observó, paralizado, el ataque al joven estudiante que ocurrió en la vereda de enfrente.
Lo que vio, según confiaron los abogados de la querella, que encabeza Fernando Burlando, es coincidente con la declaración que hicieron en los cuatro días que duró la rueda de reconocimiento los amigos de la víctima, quienes a través de una mirilla corrediza en una puerta debieron decir a quiénes vieron esa madrugada y qué rol ocupó cada uno.
En la cuarta y última rueda, otros dos de los diez rugbiers que no habían sido reconocidos fueron señalados por testigos y con estos nuevos testimonios suman nueve los acusados identificados entre los agresores. Solo uno de ellos, Alejo Milanesi (20), es el único que no fue señalado.
La imagen de Fernando Báez Sosa. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
“Uno de los acusados fue identificado dentro del grupo de los imputados. El otro fue señalado golpeando a Fernando en la calle antes de que cayera”, explicó Fabián Améndola, abogado de la querella.
Las fuentes consultadas por Clarín indican que se trata de Juan Pedro Guarino (19), a quien ubicaron en la calle cuando Fernando Báez Sosa era atacado, y de Blas Cinalli (18), pero a él lo señalaron golpeando a la víctima antes de que cayera al piso.
La participación del “testigo T” en la rueda final terminó por señalar a los siete muchachos que los amigos de Fernando identificaron en las primeras tres jornadas. Además de Máximo Thomsen (20), a quien vio que “físicamente estaba casi igual” que la noche del crimen, reconoció a Luciano Pertossi (18), Ayrton Viollaz (20), Matías Benicelli (20), Enzo Comelli (19), Ciro Pertossi (19) y Lucas Pertossi (20).
Patovicas del boliche Le Brique sacando a los rugbiers que luego matarían a Fernando Báez Sosa en Villa Gesell.
Después de describir a Thomsen, el testigo sostuvo: “Uno de los que vi fue el de camisa negra desprendida. Ese chico parecía el líder del grupo, era el que iba al frente, el que más pegaba”. Y dijo haber visto que a Fernando “le pega una segunda persona, que llevaba una remera de color blanca, de pelo corto con rulos, pantalón largo oscuro, de tez blanca… Había dos más que estaban de espaldas a mí que también le pegaban patadas a Fernando. Solo vi que llevaban ropa clara arriba”. Esos tres serían Comelli, Lucas Pertossi y Viollaz.
Los diez rugbiers fueron trasladados luego a la comisaría de Pinamar, pero su destino en las próximas horas, y hasta cuando la fiscal Verónica Zamboni finalice la instrucción, será la Unidad Penal de Dolores, donde serán alojados en una celda separada del resto de la población, para ellos diez, en el pabellón evangelista.
En lo que resta de la semana la causa por el homicidio premeditado de Báez Sosa se nutrirá de prueba clave, como la de rastros, sobre la ropa secuestrada, que comenzó a llevarse adelante este martes y luego la que revelen las pericias químicas y de ADN.
Además, este miércoles se sumarán otros dos testimonios de personas que de un modo un otro vieron lo que ocurrió en la vereda de enfrente a Le Brique, donde agonizó Fernando -falleció 45 minutos después de llegar al hospital-, el sábado 18 de enero.
En Mar del Plata se lleva adelante la pericia de los celulares. Los rugbiers se negaron a revelar las claves de sus teléfonos, por lo que están siendo peritados por División de Operaciones Técnicas de la Agencia Regional de la PFA. Aunque en principio se creyó que eran dos los aparatos iPhone, se supo ahora que son seis, más dos Motorola, un Huawei y un Samsung, de Pablo Ventura, el remero de Zárate que partió a su ciudad con su padre José María.
El abogado Fernando Burlando se retira de la rueda de reconocimiento. Foto Maxi Failla
Una vez abiertos, según contó una fuente a Clarín, los teléfonos son conectados a un dispositivo llamado UFED, que toma la información que contienen en la memoria. El análisis puede terminar esta misma semana.
Ventura no recuperó el suyo todavía, pero ya se fue a su casa. El remero de 21 años había sido involucrado en la causa y tras cuatro días preso logró demostrar que la noche del homicidio estaba en Zárate. Lo esperaba Marisa, su mamá, que emocionada le cocinó unas “milanesas con puré y ensalada, tan simple como él”.