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Elecciones 2019

Con Luis Brandoni, Juan José Campanella y Oscar Martínez, personalidades de la cultura y académicos salieron a apoyar a Mauricio Macri

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Entre los firmantes están Juan José Campanella, Graciela Fernández Meijide, Santiago Kovadloff, Luis Brandoni, Oscar Martínez, Marcelo Birmajer, Luis Alberto Romero, Federico Andahazi, María Eugenia Estenssoro, Marcos Novaro, Andrés Malamud, Marcos Aguinis y Juan José Sebreli.

“Lo hacemos convencidos de que hay mucho que defender de lo realizado, lo que no quita que la tarea aún pendiente sea enorme. También creemos que sería un grave retroceso para el país volver al pasado, a sus fórmulas y sus métodos”, continúa la carta llamada Por qué votamos Juntos por el Cambio.

Estos son los nombres de los firmantes: 

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A continuación, el texto completo:

Por qué votamos Juntos por el Cambio

Hace casi cuatro años, el pueblo argentino votó por un nuevo rumbo para el país y le confió a Mauricio Macri la máxima responsabilidad para liderar ese proceso de cambios.

El camino no fue sencillo y tampoco estuvo exento de errores. A pesar de las dificultades y el enorme sacrificio que debió realizar la sociedad argentina, en 2017 las urnas convalidaron la gestión del gobierno de Cambiemos. Los argentinos volvieron a optar por un país moderno, con instituciones sólidas, respetuoso de las libertades públicas y el estado de derecho. El mundo reconoció los esfuerzos y la Argentina logró atravesar situaciones críticas. Se sentaron así las bases para el desarrollo al que todos aspiramos.

Ante las próximas elecciones, quienes abajo firmamos, ciudadanas y ciudadanos independientes que valoramos los grandes trazos de la transformación sin dejar de observar que se deben corregir aquellas cosas que se hicieron mal, decidimos pronunciarnos para convocar a votar por las fórmulas de Juntos por el Cambio. Lo hacemos convencidos de que hay mucho que defender de lo realizado, lo que no quita que la tarea aún pendiente sea enorme. También creemos que sería un grave retroceso para el país volver al pasado, a sus fórmulas y sus métodos.

El gobierno de Mauricio Macri respetó la división de poderes y se abstuvo de utilizar las herramientas del Estado para fines partidarios. Un ejemplo de ello fue la gestión de los medios públicos, antes usina de propaganda oficial, ahora al servicio de todos los argentinos. De las cadenas nacionales y programas que denigraban opositores, pasamos a una relación respetuosa del pluralismo y de la privacidad de los ciudadanos. Este gobierno puso, en ese sentido, las cosas en su lugar.

La corrupción fue durante los años anteriores un ejemplo extremo del uso del Estado para beneficio personal. En 2015 se inició un proceso de drásticos cambios para transparentar las acciones de gobierno. Se buscó recuperar el valor de la honestidad como mandato indisociable de la función pública y el Poder Ejecutivo respetó el accionar independiente de la Justicia para sancionar a quienes cometieron delitos.

Hasta 2015 las estadísticas públicas eran una herramienta para ocultar las cifras de un país devastado. El gobierno de Cambiemos normalizó el funcionamiento del INDEC, que dejó de estar sometido a la manipulación gubernamental. En el siglo XXI, atravesado por las noticias falsas, el Estado argentino volvió a contar con instrumentos para implementar políticas públicas acordes a las necesidades de la población. Sin esto, sería imposible siquiera afrontar el gran desafío pendiente de la Argentina: la disminución sostenida de la pobreza.

Mientras que durante el gobierno anterior Argentina era un país marginal cuyos vínculos más sólidos privilegiaban a la Venezuela de Nicolás Maduro, a Irán y a otros Estados condenados por la comunidad internacional por complicidades con el terrorismo y por violaciones a los Derechos Humanos, durante el gobierno de Mauricio Macri se gestó una política exterior exitosa. Un claro reflejo de ese reconocimiento fue la labor de Argentina en la presidencia del G20 y la realización, por primera vez en la historia, de su cumbre en la Ciudad de Buenos Aires. Si antes el mundo nos daba la espalda, hoy nos mira por el importante acuerdo logrado entre el Mercosur y la Unión Europea.

Pero la salud de las instituciones no se verifica solo en relación con el mundo. Hoy la Argentina es un país mucho más federal. El aumento de las transferencias automáticas a las provincias, con el respeto al mandato de la ley y de los fallos judiciales, es una realidad reconocida por todos los gobiernos provinciales, sin importar su signo político. Además, la implementación de nuevas herramientas como el pacto fiscal permitió una mejor realidad financiera para esas administraciones: ahora el trabajo coordinado entre Nación y provincias no se basa en presiones políticas extorsivas o conveniencias coyunturales; apunta al desarrollo integral de la Nación.

Las carencias de Argentina están en el nivel institucional, en el nivel de las bases económicas y también en la infraestructura del país. Necesitamos seguir construyendo las bases imprescindibles para un desarrollo verdadero: rutas, autopistas, puertos, aeropuertos, trenes, energía, redes de agua potable, de cloacas, obras de prevención de inundaciones, conexión a Internet y conectividad celular. Para ello, debemos consolidar los rumbos que tomó el gobierno elegido en 2015, ahora ampliando consensos, buscando unir más a los argentinos.

Sabemos que hay mucho por hacer y mejorar. La vara siempre debe elevarse. En este gobierno, con sus aciertos y también con sus errores, encontramos un interlocutor dispuesto a escuchar, con voluntad de cambiar los peores hábitos de la historia política de nuestro país.

Decidimos votar a la fórmula Mauricio Macri – Miguel Pichetto y a Juntos por el Cambio sin por ello abandonar nuestras singularidades y el derecho a criticar aquellas decisiones que nos parezcan incorrectas. Tenemos la convicción de que una mejor democracia se construye sobre la disidencia y el diálogo constructivo. Cuatro años no alcanzan para corregir la realidad de una Argentina cuyo atraso lleva décadas. Tenemos que consolidar el rumbo para evitar una nueva frustración. Frente al dilema pasado o futuro, nosotros apostamos al futuro.

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