No sería nada extraño teniendo en cuenta que al ajuste que ya han soportado salarios, jubilaciones y asignaciones familiares, se sumará la profundización del recorte en el gasto público. Con menos consumo, menos gasto público y con la inversión productiva retenida por el miedo a que vuelva el “populismo”, la mejora en la demanda agregada que motorice una reactivación queda acotada al aumento de exportaciones. Aumento que efectivamente viene sucediendo, que hubiera sido más elevado si no fuera por el impacto de la sequía, pero que lejos va a estar de alcanzar a compensar los efectos contractivos de los otros componentes de la demanda agregada.